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Martes 2 de octubre.


¿Te han dicho lo hermoso y perfecto que te ves al atardecer?

Con el sol reflejándose en tus largas pestañas.

Con tus ojos brillando gracias a la intensidad de la Luz.

Tus labios, con ese tono carmesí que me fascina.

Tus mejillas levemente pintadas debido al frío que avecinaba la noche.

Estamos acá.

Los dos juntos.

Sentados a las afueras de la facultad.

Escuchando música.

En un momento,54c Declaration de David Cook inundó el rededor.

Que coincidencia.

He esperado tanto por este momento.

Mi declaración.

Robaste mi alma para dejarme libre.

Pero me supe encariñar.

Sin ti junto a mi, me siento encerrado.

Lo único real que veo eres tú.

No creí que podría sentir algo tan fuerte como esto.

Tan fuerte que duele.

Duele como el infierno mismo.

Duele tu indiferencia en este momento de mi declaración.

Duele tu falta de palabras.

Duele tu mirada de culpa.

De indignación.

Duele tu partida.

Duele quedarme solo mientras te veo alejarte.

Sin respuestas claras.

Sin un rechazo apropiado.

¿No valgo lo suficiente para que me rechaces de la manera correcta?

¿Te doy lastima?

¿Cuanto más de mi dignidad debes pisotear?

¿Vale la pena seguir luchando por un poco de tu amor?

¿Vale la pena seguir mendigando tu atención?

¿Vale la pena seguir sufriendo por tú indecisión?

Acá, cuando el sol cae y la luna se levanta.

Cuando tu partida deja los pedazos de un corazón roto.

Cuando la única compañía son las estrellas que miran con tristeza esta pobre alma.

Cuando el frío comienza a calar los huesos.

Ese frío, el cual es más débil que tú cruel sentir.

Pero aunque tu desprecio me haga trizas.

Mi corazón anhelante, te seguirá esperando.

Hasta el fin de los tiempos.

Hasta que no soporte más.

Hasta que ya no quede nada más por estropear.

Horas en las que te pienso | kth•jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora