pseudo-críticos.

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Si bien le gustaba correr de la policía, a veces se cansaba más rápido de lo usual, y ése gusto se transformaba en una frustración difícil de sobrellevar en el momento

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Si bien le gustaba correr de la policía, a veces se cansaba más rápido de lo usual, y ése gusto se transformaba en una frustración difícil de sobrellevar en el momento. Lo tenían fichado, reconocían el estilo de sus graffitis y stencil, la forma en que se vestía, en que casi siempre usaba mascarillas negras de Miniso. Lo tenían calificado como un tipo que sólo buscaba un poco de problemas y atención para divertirse, tal vez demasiado flojo para su propio bien, pero la verdad estaba muy lejos de lo que se rumoreaba sobre el joven coreano.

Diecisiete años llevaba obsesionado con el arte callejero. Diecisiete años en los que los colores, los spray y las críticas sociales llamaban su atención de una forma especial. Diferente a cualquier otro tipo de gusto, ya fuera musical, social, incluso político. Según él, iba más allá de una habladuría cualquiera de la cual los demás pudieran aferrarse, ilusionados con la espera de que se tornara realidad. Promesas sin cumplir, rotas en el suelo como sus sueños de preparatoria.

Ahora mismo, era un individuo denso de veintitrés años que gozaba de rayar las paredes, con mensajes que la mayoría de la población idiotizada calificaría de 'comunistas'. No le importaba, porque tampoco veía la ofensa en la palabra. No veía la ofensa en su visión política y social de las cosas, incluso económica. No veía la ofensa en rayar paredes cuando, a final de cuentas, sólo se toman en cuenta aquel tipo de protestas. La violencia y la aglomeración. Tomadas de la mano, las marchas forzadas a favor de la educación libre de lucro, de los derechos LGBT+, de las mujeres y sus hijos.

— Aléjate, imbécil maricón.

El joven puso sus ojos en blanco y siguió agitando la lata de spray negro en su pequeña mano enguantada de cuerina. No le importaba que le llamaran maricón o imbécil. Solía no importarle, porque sabía que tan sólo la gente ofendida era la que ofendía más de vuelta. ¿Por qué? No lo sabía, tan sólo podría deducir un mecanismo de defensa muy arcaico e infantiloide por parte de aquellos individuos. Agitar la lata, agitar.

— ¿Qué no me escuchas? — oh, ¿debería importarle que estuvieran acercándose a él? No creía que mucho. Al fin y al cabo, su fiel skateboard estaba debajo de sus pies, inmóvil, a la espera de que se alejara de la pared. La persona de al medio no le intimidaba en absoluto, aunque su instinto de supervivencia clamase a gritos que debía salir de la situación en ése mismo momento, o podría salir muy mal.— ¿Acaso aparte de marica eres sordo?

El joven simplemente observaba al otro, que lucía muy enfadado a diferencia de sus otros dos colegas, que parecían estar ahí por obligación. Ni siquiera le estaban mirando directamente, tan sólo se mantenían a sus lados como si se tratara de una serie animada muy vieja. Le parecía incluso gracioso, pero no podía reírse o le darían la paliza de su vida, gratuitamente. No le gustaban las cosas gratis inmerecidas. Nunca fue así.

SOCIEDAD DE CRÍTICOS SILENCIOSOS 𐙚 若者 . GGUKMIN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora