Capítulo uno.

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U N O.


Con un aire de resignación miré alrededor, buscando un rostro familiar a través de las decenas de personas en el aeropuerto. Me rasqué la frente, ligeramente exasperada. Odio los lugares con mucha gente. Odio sentirme perdida. Noté una delgada mano moverse al aire, detrás de varios cuerpos de personas igual de perdidos que yo. Elevé una ceja y sonreí cuando reconocí a la mujer de cabello rubio cenizo teñido, delgada y de caderas anchas. La tía Susanne.

Cogí mis dos valijas y las arrastré hasta su dirección. Una vez cerca de ella, la envolví en un abrazo, un abrazo fuerte.

—Tía, te extrañé mucho. —Confesé, cerrando los ojos. Olía a cigarrillos y perfume barato. Me separé y Susanne me miraba con una sonrisa de alegría y melancolía.

—Nena... —Acarició mi mejilla—. ¿Cómo estás?

Bueno, ya son dos semanas desde que perdí a mamá, me quedé sola y tuve que dormir en un hogar para menores por parte del gobierno porque aún no se ponían en contacto contigo. Pero bien, estoy bien.

—Estoy bien. —Dije firme, tragando el nudo en mi garganta.

—Estás preciosa. —Susanne tomó mi mano y se alejó unos centímetros para admirar mi anatomía—. Debes tener a muchos chicos detrás de esos huesitos. Ciertamente no me importaba. Me encogí de hombros y rodé los ojos burlona.

Subimos al auto y durante el camino a mi nuevo hogar, Susanne me ponía al día respecto a mi prima, Kate, quien no veo desde que estudiamos juntas en la secundaria y eramos inseparables.

Susanne es organizadora de eventos. Gana bien, lo bastante para mantener a una adolescente desde siempre, sin apoyo de nadie puesto que el padre de Kate las dejó apenas supo que mi tía estaba embarazada. Debe ser algún tipo de maldición en la familia, puesto que todos los hombres nos abandonan. Suerte que no creo en esas cosas, irónicamente.

Una vez llegamos a la casa, me detuve a admirar el lugar. Es una casa de dos pisos, muy grande; cuenta con un jardín, piscina, jacuzzi, cuarto de televisión. Demasiado para dos mujeres en un sólo techo. Susanne cerró la puerta detrás de ella y colocó las llaves sobre el encimero. Me abrazó de costado, sobre los hombros y admiró el lugar conmigo.

—¿Te gusta? —Preguntó y asentí—. Siéntete en casa, Meg, ahora es tu hogar también. —Dijo, haciéndome sonreír con ternura—. Bien, ahora déjame mostrarte tu habitación. —Avisó, ayudándome con una valija y subiendo las escaleras, caminé detrás de ella.

Entré a mi nueva habitación. Todo estaba de blanco. Las paredes de blanco y laterales de negro. Todos los muebles son en blanco, a excepción de un sillón completamente negro a los pies de la cama.

Sonreí. Estaba perfecto.

—Kate eligió todo, ¿te gusta?

—Kate me conoce, tía. —Dije y reímos.

—Tu prima no tarda en llegar, fue a su práctica de voleyball. —Anunció mientras colocaba una de las valijas sobre la cama—. Ponte cómoda, voy a preparar algo de almorzar. —Asentí y Susanne salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

Suspiré y me dispuse a acomodar cada cosa en su lugar, sería de provecho y mantendría mi cabeza ocupada. Realmente no quería pensar en ella ahora, no quería llorar. No me gusta hacerlo.

Estaba sentada en forma de indio frente a la cajonera de siete cajones, doblando y acomodando mientras tarareaba una canción de Kings of Leon. Agradecía que, ya sea la tía Susanne o Kate, quien fuese, se le haya ocurrido llenar mi habitación de cosas que en realidad no empaqué y dejé en el olvido como audífonos, discos de música, cuadernos, lienzos, colores. Condenada Kate, recuerda bien cuánto me fascina el arte.

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⏰ Last updated: Oct 02, 2018 ⏰

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☙ Amor incorrecto. ❧ ││h.s.Where stories live. Discover now