Tuberias con fugas.

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—¡Por favor, tiene usted que ayudarme! —no había otra manera de
describir mi voz, más que como un grito desesperado.

El propietario de "Fontanería Kim"  se rió entre dientes.

Quería saltar a través del teléfono y estrangularlo.

—¡Esto no es divertido! ¡El agua sale disparada hacia todas partes! ¡Es como si tuviera las putas Cataratas del Niágara bajo mi fregadero! ¡No tengo suficientes toallas para secarlo todo! ¡Mi suelo va a estropearse!—

—Lo siento —empezó el Sr.Kim, su voz sobria y relajada en ese
momento.

—No es gracioso. ¿Ha cerrado la llave del agua?

—¡Soy informático hombre, no fontanero!—gruñí.

Me tranquilizó y a continuación procedió a guiarme por los pasos
más sencillos para cortar la llave del agua.

Gran parte de mi ira venía porque tenía que meterme bajo el fregadero para hacerlo. Cuando lo logré estaba hecho una sopa de la cabeza a los pies.

Empapado, cogí otra vez el teléfono y me desplomé en el suelo justo en el  charco más profundo. El agua calaba mis pantalones, pero yo estaba demasiado alterado para ocuparme de verdad por eso.

—Está bien, he cortado el suministro de agua, gracias. Pero necesito que
arreglen esto. Ya. Celebro una fiesta esta noche.

—Bueno, es sábado, son horas extra, ya sabe —me informó el Sr.Kim.

—¡No me importa! —me lamenté, apartando de un tirón el pelo
mojado de mis ojos.

—Creo que puedo enviarle a mi hijo, JongIn.

—Gracias— le di las instrucciones y colgó.

Eché un vistazo a mi cocina nueva y me entraron ganas de llorar.

Toda la casa había estado impecable para la fiesta.

Vendría gente de mi trabajo, mis vecinos y también mi hermana y su novio.

Todas las toallas que tenía habían ido a parar debajo del fregadero para absorber el escape de agua de la tubería, y ahora, se amontonaban en el suelo en un desastre empapado, igual que yo.

Mi dogo faldero, Skippy, entró en la cocina. Se bañó en el charco, luego me miró como diciendo: ”¿Está todo bien papá?“

—Es una pesadilla, Skip —le dije al perro, como si en realidad hubiera preguntado.

Mientras esperaba al fontanero, me cambié rápidamente de ropa.
Luego, puse el primer cargamento de toallas empapadas en la secadora.

El resto todavía estaban en el suelo,probablemente demasiado saturado para hacer algo más que evitar que el agua se extendiera.

Iba descalzo, vestido con chándal y una camiseta, cuando sonó el timbre cuarenta y cinco minutos más tarde. Skippy empezó a ladrar inmediatamente.

—Tranquilo —le ordené, saliendo de la cocina y golpeándome el dedo en el proceso. Maldije y abrí la puerta con mi pie izquierdo para impedir que Skippy escapase.

Las palabras “Ya era hora, maldita sea” estaban en la punta de mi lengua, pero en el momento en que mis ojos se posaron en el hombre de la puerta, me quedé atónito,  en silencio.

El fontanero era el hombre más caliente que jamás hubiera visto en
toda mi vida.

Seis pies de músculo magro, vigoroso, incluso voluminoso,que los pantalones vaqueros de carpintero Carhartt no podía ocultar.

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