CAPÍTULO 8

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-          En realidad, soy graduada en Administración de Empresas – dije, orgullosa de mi logro.

-          ¿Cómo que eres una profesional? – preguntó, sorprendido – y tienes el puesto de secretaria. Sabes que eso podría ser un problema para mi empresa por irregularidades – frunció el ceño.

-          La verdad, no está nada mal ser secretaria – me encogí de hombros – es un trabajo digno, bien pagado y, sobre todo, con jefes respetuosos.

-          No te ha ido bien en empleos anteriores, ¿verdad? – preguntó, curioso.

-          No – le sonreí, mientras caminábamos hacia la entrada de la empresa. Se despidió educadamente, dejándome aturdida por la repentina confianza y las confesiones del día.

**

-          Natalia, el señor Ramírez pregunta si tienes el reporte de recursos humanos del señor Gavica – le pregunté al llegar a su lado.

-          ¡Carajo! – se dio una palmada en la frente, riéndome por su reacción – lo tendré listo en un abrir y cerrar de ojos – asentí.

Caminé hacia mi escritorio, tratando de organizar la carpeta con los últimos trabajos realizados bajo la responsabilidad del señor Ramírez. Dejé la carpeta abierta sobre el escritorio, acomodé las hojas tal como las había ordenado y revisé nuevamente para asegurarme de que todo estuviera en orden.

Me dirigí al despacho de mi jefe, toqué la puerta y pedí permiso para entrar. Le entregué la carpeta.

-          Estos son los trabajos realizados en estas dos semanas, los ordené por día, señor Ramírez. ¿Necesita algo más?

-          Sí, gracias, señorita Dávila – abrí los ojos de par en par.

-          ¿Por qué me agradece? – lo miré, sorprendida.

-          Azael me acaba de contar lo que hizo en estos días en los que no estuve, y sobre todo, nos preguntamos por qué es secretaria y no alguien en estadísticas o administración.

-          Ser secretaria era el trabajo disponible en ese momento, y me siento honrada de ser parte de esto – aseguré – y no es necesario que me lo agradezca, lo hice de forma natural – reí nerviosa.

-          Igualmente, señorita Dávila, nos salvó de una gran pérdida – sonrió sinceramente, mostrando su anillo de matrimonio con las manos entrelazadas – puede retirarse, tiene la tarde libre. Cancele todas mis reuniones.

-          Está bien, señor, gracias – asentí y salí de la oficina. Suspiré, caminé hacia mi escritorio, cancelé todas sus reuniones y las reprogramé para el día siguiente.

Recogí mis pertenencias y me dirigí rápidamente al baño de damas de la empresa. Entré y, después de hacer lo que necesitaba y acomodar mi atuendo antes de salir, escuché voces conocidas y me detuve.

-          No puede ser que el señor Britt no haya hecho algo al respecto sobre el numerito de esta semana en la sala de juntas. ¡Deberías haberla visto, Patricia! – dijo la voz chillona de Alejandra, a quien Erika llamaba "garrapata".

-          No me digas – respondió la inconfundible voz de Odalis – ¿no tiene vergüenza?

Salí con la frente en alto, dejándolas sorprendidas. Caminé hacia el lavabo, me lavé las manos y, al salir, las miré directamente.

Claro que no tengo     vergüenza, por eso estoy donde estoy – les sonreí sarcásticamente –     ocúpense de sus trabajos. He notado errores, así que tengan cuidado al     redactar, ya que últimamente el jefe me pide mi opinión – les guiñé un ojo     antes de salir victoriosa.

Tomé un taxi para ir a casa. Hoy me sentía con energía para ir al gimnasio o a la sala de boxeo y liberar todas mis frustraciones diarias.

Flashback

Caminaba por las calles de Manhattan. Había pasado una semana desde que escapé de... ni siquiera se merece llamarse casa. Giré a la derecha, atraída por un gimnasio. Entré y me impresionó lo bien equipado que estaba, con todo tipo de herramientas de ejercicio. Observé el lugar, había poca gente, lo cual lo hacía agradable y tranquilo. Al girar, me encontré con una sala llena de sacos de boxeo y algunas personas golpeándolos.

-          Qué energía – susurro fascinada.

-          Te lo recomiendo, es muy bueno para liberar frustraciones – dijo alguien a mi lado, haciéndome saltar. Solo asentí mientras esa persona se equipaba. Suspiré y salí del lugar, continuando mi caminata sin rumbo, hasta llegar a un parque en medio de los edificios. Eran alrededor de las seis de la tarde. Me senté en un banco desocupado y observé el atardecer de mi nueva ciudad.

Fin del flashback.

Desde ese día hasta ahora, voy a ese lugar donde puedo respirar y reflexionar sobre las decisiones que he tomado desde la universidad. Creo que siempre hay alguien que nos da el consejo correcto, pero somos nosotros quienes decidimos qué camino tomar, aun sabiendo que podríamos fracasar en el proceso.


 Creo que siempre hay alguien que nos da el consejo correcto, pero somos nosotros quienes decidimos qué camino tomar, aun sabiendo que podríamos fracasar en el proceso

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Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora