Voces del más allá

314 31 3
                                    

1

De entre todos los raros de los más raros, de este mundo de carne y hueso cruel, aquél par de glóbulos enamorados ostentaban el honor de ser la "rareza extrema".

Y es que para cuando la Eritrocito 3803 y el Neutrófilo 1146 confirmaron lo que ya tanto se cotilleaba aquí y allá, el mundo entero disfrutó del chisme por completo:

«¿Ves a ese par de glóbulos que van ahí? Pues dicen que se fueron a vivir juntos, ¿lo sabías?», se rumoreaban entre sí los linfocitos, las macrófagas y los eosinófilos. «¿Vivir juntos? No entiendo, ¿para qué harían eso...?», «...dicen que en la misma habitación...», «...me contaron que en el mismo departamento...», «...escuché que siempre están juntos...»

¿Que si cómo y para qué aquellos dos glóbulos habían comenzado una "relación"? Ni idea. Nadie quería ni imaginárselo. Y nadie quería imaginárselo no porque fueran santurrones que prohibieran las intimidades, o moralistas que se escandalizaran con el sexo. Es que no tenían conocimiento de qué demonios era aquello.

En este mundo de trabajadores sin malicia y de pensamientos limitados, solo las células de la memoria y algunas neuronas sabían más o menos de qué iba la cosa. El chisme llegó hasta el mismísimo Cerebro, donde el Padre de todas las neuronas y dueño supremo de los conocimientos y secretos del cuerpo que habitaban, respondió que tenía mejores (o peores) cosas en qué pensar como para inmiscuirse en la vida de aquellas dos "pobres células traviesas". Y así, sin más, Él mismo zanjó el tema.

Al principio, y ya viviendo bajo el mismo techo, seguían durmiendo en camas separadas, pero hacían cada vez más cosas juntos, como desayunar, comer y cenar uno al lado del otro; o salir a trabajar tomados de la mano para volver a casa ansiosos (si era posible a la misma hora), y pasar el rato juntos sentados en el sillón de su departamento, contándose mutuamente las odiseas laborales del día.

2

Una "noche", el Neutrófilo 1146 se levantó de su cama individual y se dirigió a la cocina para tomar un poco de agua. Desde la ventana, entraba una brisa suave y agradable que se colaba por toda la habitación y llegaba hasta la otra cama gemela, donde reposaba la Eritrocito.

A lo lejos se oían también ecos de un llanto ronco y enfermizo que suplicaba por su existencia.

—Bacterias chillonas —se dijo para sí mismo el albino—, cada vez más cobardes.

—Y tú que te mueres por estar allá y cortarles el cuello, ¿no? Já,já...

1146 se sobresaltó, pero al instante sonrió. —Ah, así que estás despierta. ¿Quieres agua?

—¡Sí, por favor!

Disfrutando de los mimos de su "compañero", aceptó el vaso con la bebida mientras éste se sentaba en el borde de la cama.

El chico la observó por largos segundos. ¿Qué tenía ésta célula que la hacía tan diferente a las demás? Se lo había preguntado ya muchas veces. Un simple acto como tomar agua bastaba para que despertara en él cierta "ternura", o algo parecido a ella, porque seguía sin poder dar con la palabra exacta al sentimiento nuevo y desconocido que experimentaba.

—No tengo sueño —dijo la 3803 colocando el vaso ya vacío en la mesita de a lado.

—Ya lo veo —sonrió el Neutrófilo—, no me digas que sigues pensando en lo que platicamos hoy.

—¡Pues claro!, ¿cómo se te ocurre creer que hay vida en otros cuerpos?

—Lo hay. Estoy seguro. Yo mismo he visto "objetos no identificados" en los cielos de este mundo. Varios de mis colegas también los han visto. Y eso es prueba de que hay seres fuera de este cuerpo.

Voces del más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora