La Casa de las Verdades llegó de la nada absoluta una oscura noche sin luna, ocupando el lugar en el que antes se encontraba la fábrica de Vermmouth. Quizás Emily debería haberlo visto venir: la enorme edificación de ladrillos de dos plantas, con un tejado deplorable que parecía caer a trozos y un cordón policial desgastado en la entrada impidiendo el paso eran el escenario perfecto para una película de terror.
Sin embargo, tras todas las historias que había oído sobre la misteriosa Casa de las Verdades, ella jamás habría imaginado que aterrizaría en un pueblo de seis mil habitantes en medio de una zona más bien perdida de Canadá. Además, las leyendas sobre el lugar, tan dispares e intrigantes —como la de un chico que empezó a llevar máscara tras verse a sí mismo en un espejo o la de la chica que fue incapaz de volver a mentir tras ver una supuesta "visión" en un cuadro— no hacían más que incrementar su interés por el lugar.
Aunque, por ende, también disminuían sus ganas de entrar en esa casa embrujada alguna vez. El hecho de no saber lo que era real y lo que no le provocaban pavor a Emily, pero en sus amigos producía el efecto contrario.
Y, cuando Anna le pidió que los acompañase, no se pudo negar.
Como nunca se sabía cuándo el cartel de madera que indicaba el lugar en el que la Casa se encontraba, de fondo negro y letras plateadas, desaparecería, la gente entraba en la página web lo antes posible para conseguir entradas, las cuales muchas veces se convertían en un estúpido gasto de dinero porque el lugar sólo acostumbraba a quedarse unas pocas noches.
Sin embargo, de algún modo, Paisley —siempre ocupada recordándoles el dinero que tenía— había conseguido entradas para todos la primera noche. A pesar de que Paisley no fuera de su agrado, no sabía decir bien por qué, simplemente no se caían bien, Emily debía admitir que era lo mejor en cuanto a aprovechar oportunidades se refería.
Estuvieron preparándose todo el día, Blake, Anna, Paisley y ella, pensando en lo que podría ocultarse en realidad en la casa: trampas, bichos, armas... Ella no se creía nada de las historias, pero mentiría si dijese que la curiosidad no la carcomía por dentro.
Ahora, de pie al lado del oscuro umbral de la puerta metálica, todo el escepticismo del que Emily gozaba disminuyó notablemente.
Como si hubiera sido decorado para la ocasión, la antigua fábrica se había convertido en lo que parecía un hotel de lujo en medio de una larga noche. Cuadros y espejos estaban colocados alrededor de la sala, y había un pequeño cartel de letras doradas al lado de las escaleras que indicaba que las habitaciones se encontraban arriba.
No había iluminación: a través de las ventanas sólo se insinuaba la tenue luz de las lejanas estrellas, pero Emily veía lo que necesitaba para empezar a creer que en ese lugar podían pasar cosas terribles. Era extraño, una sensación de vacío en medio de todo ese lujo. Quizás era por las extrañas sombras que las lámparas del techo proyectaban en el suelo de granito.
— Bueno... ¿por dónde empezamos? —preguntó Anna, con su habitual espíritu aventurero. Sin embargo, por la forma en la que miraba a los lados, Emily podía adivinar que su mejor amiga también estaba un poco asustada.
Cuando sus miradas se encontaron, Anna le sonrió como si notase su angustia, a lo que Emily no pudo evitar corresponder con timidez. Sin embargo, lo hizo tarde, pues Anna ya estaba observando el cuadro.
— ¡Yo quiero ir a las habitaciones! —gritó Paisley con su estridente voz, a lo que Emily hizo una mueca en la oscuridad.
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La Casa de las Verdades
FanfictionLa Casa de las Verdades ha llegado al pueblo de Brockville, Canadá, y y todos sus habitantes están emocionados a la par que intrigados. Las historias cuentan que la Casa de las Verdades es un lugar en el que uno fácilmente puede ser llevado por el c...