Shattered (destrozado)

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Blanco. Es lo único que veo. Una enorme pared blanca con zonas azuladas. Esta vista hace que me pregunte: « ¿dónde estoy?» Ah, ya recuerdo. El Coco me amenazó y después recuerdo que caí... Me levanto despacio por mis músculos entumecidos. Estoy entre dos paredes de hielo muy gruesas. « ¿Dónde está mi cayado?»Busco con la mirada, hasta que... Oh no... Ahí lo veo, justo a mi lado partido en dos. Venga, que mas me puede suceder hoy.
Me siento fatal, no puede ser. Es lo más valioso para mí. Cientos de astillas recubren el suelo, acercándome a la dura realidad. Entonces pienso en mi hermana, en que la salve con el cayado, en todos los momentos vividos con él. Tengo que repararlo como sea. Cojo ambos trozos con cada mano. Vale, no te rías ante la estupidez que voy a hacer, dudo que funcione. Aprieto con fuerza las dos partes uniéndolas. Como por arte de magia una luz celeste, brillante surge de la unión. Cierro los ojos ante el intenso resplandor.
Cuando puedo volver a ver, sonrío al ver que mi fiel amigo de penurias está como nuevo. ¡¡¡SIII!!! Grito con todas mis fuerzas, liberándome de la presión, volando a las alturas. Todo sale a pedir de boca. Mis carcajadas eclipsan cualquier otro sonido. Dejo escapar un largo suspiro, mientras el viento del invierno me lleva a donde él quiere.




« ¿Qué es eso?» Veo una persona vestida con una capa y una especie de casco rojo en la cab... Espera, no. Es Mérida.
Se dirige hacia una colina con unas antiguas ruinas. Vaya tontería, será mejor que la siga por si le ocurre algo... Eh, que conste que no es porque me guste ni nada... sino que si le pasa algo Norte me echará la bronca del siglo. Bajo de altura y sigo volando a una distancia prudencial de ella. Lleva su arco en mano presta a usarlo en cualquier momento. Vale, este sitio es horripilante. Hay una espesa niebla que apenas me deja ver nada, las nubes tapan los rayos de sol. Tan solo se oye el sonido del viento. Es el escenario perfecto para una escena de terror, y yo estoy en él. Súbitamente Mérida cae por un agujero oculto a simple vista. Inmediatamente la sigo.
Aterrizo en una sala umbría, llena de escombros de antiguas columnas. Hay partículas de polvo suspendidas en el aire, te dan ganas de estornudar. El aire a lugar cerrado es abochornante. Creo que esto fue, en su época, una sala del trono. Imagino los tapices rojos y dorados colgados de las paredes, y un rey noble con su corona de oro en la cabeza. Miles de personas, felices en la sala, bailando. Tan solo una vieja gloria de la realidad. (Qué poético soy)

Mérida se levanta y se sacude del vestido el polvo. La espesa mata de pelo rizado le tapa el rostro, pero aún así la oigo refunfuñar. Su arco está a unos metros de ella. Al levantar la mirada me ve. Me sonríe y nuestras miradas se conectan. Me pierdo en su mirada aguamarina, noto algo en mi moverse por dentro... Seguramente tendré hambre. No tengo miedo, pero estoy deseando salir de tan siniestro lugar, me da mala espina.

-Hola, Jack

-Hola, Mérida.-Oye, esa no ha sido mi voz. Apenas he abierto la boca. Era una voz grave, profunda, cargada de sarcasmo. Al momento se me eriza el vello de la nuca.

El Coco aparece entre las tinieblas de una esquina, con una sonrisa socarrona en su fea cara. Agarro con fuerza mi cayado y le miro intimidante a pesar de mi apariencia adolescente.

Mérida se levanta y mira alrededor de ella, buscando el origen de la voz; sin éxito. Coge su arco rápidamente y carga una flecha.

-Me alegro de que estés aquí, Jack Escarcha-dice el Coco a la vez que pasea tranquilamente, como si estuviese en su casa. El suave roce con el suelo de su túnica negra, como la boca de un lobo; sus ojos amarillos fijos en mí. Juro que le voy a quitar esa arrogancia suya con una buena paliza.- Así podrás despedirte.

¿¿Qué?? Apenas logro reaccionar. Veo como sus manos, cenicientas, se mueven dando forma a una arena negra, pesadillas. Finalmente obtiene entre sus manos una lanza enorme, acabada en una punta de flecha. Apunta con el arma a Mérida, que no sabe qué hacer aterrorizada. Bajo unas escaleras corriendo, para impedir que el Coco realice su plan, que arroje la lanza, pero es demasiado tarde.

En un instante veo a Mérida. El miedo se refleja en sus ojos, sabe lo que va a pasar, pero no sabe qué hacer. No puede moverse presa del pánico. Su rostro se contrae en una mueca de terror. Todo ocurre en apenas unos segundos, que para mi han sido eternos. La veo retroceder, intentando subir unos peldaños sin dejar de mirar la lanza. Se cae, sigue subiendo. Me tropiezo con su arco que se le ha caído en un espasmo de terror. De pronto algo en mí se rompe al ver como la enorme lanza atraviesa el cuerpo de la pelirroja. Una mirada de resignación por parte de Mérida, al saber que no puedo hacer nada, se cruza con la mía. Mérida suelta un gemido de dolor y se derrumba a los pies de la escalera. Mi visión se vuelve negra, tan solo puedo ver al Coco huyendo en las sombras y riéndose sonoramente.

Me acerco a Mérida despacio. La lanza ha desaparecido, tan solo quedan unos cuantos granos de arena negra. Intento no mirar la herida, pero no puedo evitarlo. Borbotones de sangre brotan de su vientre, como si fuese un manantial. La rabia se apodera de mí. Aprieto los dientes intentando contener las lágrimas. Unos finos regueros de lágrimas cubren las habituales mejillas sonrosadas de Mérida, ahora blanquecinas. Sus ojos alegres y vivaces han perdido su espléndido brillo. Esas pupilas me observan, llenas del dolor de la muerte. Veo sus ganas de vivir, de tener que despedirse rápido, de querer aferrarse a la vida, pero a la vez de un gran cariño. Ella levanta su mano, temblorosa y haciendo un gran esfuerzo acaricia mi mejilla.

-Jack...

Lentamente cierra los ojos y sé qué esta indomable pelirroja se ha ido para siempre.

ShatteredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora