Sus gritos resonaban en toda la casa, mi hogar estaba destrozado; la mesa que compramos con tanto cariño estaba boca abajo, el jarrón con el ramo de rosas rojas que me regaló tras nuestra primera pequeña discusión estaba roto, con las flores sobre un charco de agua, los cojines del sofá esparcidos por todo el salón que decoramos con tanta dedicación.
Mis ojos picaban por las lágrimas difícilmente contenidas, mi mirada puesta en el suelo incapaz de mirar a los ojos que tanto amo, ahora encorelizados por culpa de mi atrevimiento, su voz se elevó de nuevo antes de sentir su mano en contacto con mi mejilla ya castigada. Me tropecé con mis pies y caí encima del agua, golpeando con mi mano el cristal de un portarretrato con una foto familiar, cogí la fotografía que inmediatamente se llenó con la sangre que manaba de mi palma, cuatro pares de ojos y caras sonrientes me devolvieron la mirada, en ese momento mis lágrimas bajaron calientes por mi cara, intenté secármelas pero él, mi amor desde la adolescencia tiró de mi cabello tan brutalmente que la foto se me escurrió de los dedos, me puso de pie y me abofeteó de nuevo, sentí el sabor a hierro de la sangre bajar por mi garganta, cerrada a causa del dolor reprimido.
Me atreví a alzar la vista y afrontarlo, y pensé en mis hijos, mis dulces e inocentes niños que se habían quedado en casa de sus abuelos ajenos a todo lo que estaba pasando. Mi corazón se quebró en ese instante, imaginé a mi hija, en mi situación, sin saber como arreglárselas y el fuego corrió por mis venas, mí, hasta hace poco, gentil y cariñoso marido me sacó de mi ensoñación, recordándome que era yo la que se encontraba en ese estado no mi hija.
Él me recordó cuan duro trabajaba para sacar a la familia adelante, ya que con mi sueldo no llegaba, por un instante estuve tentada a darle la razón, perdonarlo como la última vez, porque si no fuera por él mis hijos no tendrían la vida feliz que llevaban ahora, por un instante… pero vi a mi hija en mi posición, observé como sufría y saqué valor, por ella, por su futuro, porque nunca viviera nada así. Esta vez no me dejé golpear de nuevo, corrí lo más rápido que mis piernas temblorosas me permitían, sin preocuparme del qué dirán, corrí lejos de él antes de que me atrapara para siempre, por mis hijos, por un futuro mejor, corrí hasta cansarme, corrí por ellos, por ellas, por todos. Corrí por mí.

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Por un futuro
Short StoryEsto va dedicado a todas aquellas mujeres que no han reunido el valor suficiente para decir: basta ya. Todas las personas tenemos derecho a la libertad de expresión. Todos somos iguales.