Zombie enamorado.

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Mi cerebro ya no respondía como antes. Y eso si es que aún tenía la virtud de poseer uno.
Pareciera que alguien me lo hubiese exprimido y preparado limonada con él.
Mis pies y articulaciones a penas respondían, puesto que mi pobre cerebro duraba eternidades en procesar mis pensamientos para después mandar instrucciones a las extremidades de mi cuerpo y así poder ejercer un sólo movimiento. Uno por cada tres segundos...
Mi boca estaba seca, abierta y seca. Mi baba corría por la mandíbula, y no me preocupaba por retirarla siquiera.
Si tan sólo pudiera...
No tenía que preocuparme por el horrible hedor que desprendía mi hediondo cuerpo en descomposición. Mis fosas nasales ya no funcionaban. Lo único molesto eran las moscas y esa horrible sensación de estarte chamuscando con el sol.
Mi piel había adoptado cuatro tonos más oscuros de mi color de piel natural desde el día de mi transformación.
Mi rutina diaria no cambiaba...: andar por ahí a rastras, buscar algún animal salvaje comestible y arrastrarme de regreso a mi más reciente hogar, un camión abandonado y destartalado de alguna paquetería en la que aún yacían los restos putrefactos de los que solían ser sus conductores.

Esa mañana, como siempre, salí de la parte trasera del camión y antes de emprender mi camino en busca de comida, le dije buenos días a Brown y a Bone, mis amigos los conductores del camión, y luego me hice pasó entre los matorrales de la carretera.
La ciudad no quedaba muy lejos, pero ahora estaba sobre poblada por los muertos vivientes como yo y no me apetecía lidiar con ellos.
En mi camino, me encontré con una zombie de espaldas que se alimentaba de algún animal silvestre que no lograba distinguir. Mis ojos se posaron en sus curvas.
La moribunda se giró hacia mi y pude ver su rostro.
Su escaso cabello resaltaba sus facciones, tenía un ojo medio salido y la piel de su cara estaba ya un poco arrugada (efecto de estar pudriendote). Sin duda, era la zombie más linda que haya visto jamás.
Su mandíbula y todo su rostro estaba embarrado de sangre proveniente de su presa más reciente.
Sus ojos intensos -el normal y el hinchado- se posaron en los míos.
Las moscas en mi interior se alborotaron, podía jurar sentir los zumbidos por doquier. Esas pequeñas vibraciones que iban desde mi tripa hasta la traquea.
Un pequeño cosquilleo que me hacia sentir diferente...
Tal vez estuviera muerto, pero en el momento en que nuestras miradas se cruzaron, me sentí lleno de vida.

Vida de un zombie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora