DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Akira Toriyama.
[...]
Una luz enceguecedora, luego oscuridad profunda... y nuevamente, todo se iluminó a su alrededor. No era sorpresa, considerando que era la segunda vez que le sucedía. Era el tránsito necesario para devolverlo al lugar que le correspondía, y del cual retornó milagrosamente hace cuatro años por la amabilidad de quienes ya no existían en el mundo que abandonó.
Vegeta suspiró de brazos cruzados, mientras la fila de espíritus avanzaba hacia la morada de Enma Daio Sama, con tal lentitud que le recordaba a la ineficiencia de su mujer a la hora de arreglar su cámara de gravedad. ¿Habrían sobrevivido?
Sacudió su cabeza por tal pensamiento. En ese momento, la fila se redujo un poco, para luego bifurcarse. Por indicación de un muchacho con pequeños cuernos, ocupó el lado izquierdo del trono del gigantesco dios: sólo habían, con él incluido, seis almas. La cuarta o quizás quinta parte de la inmensa fila de la derecha. No pudo evitar reír: el mal parecía triunfar otra vez.
El sonido seco de una hoja sellada lo hizo reaccionar. Oyó decir El Paraíso de los Guerreros y vio a cuatro espíritus recuperar su forma terrenal, confirmando sus sospechas. Muertos.
—Por imbéciles —masculló, al mismo tiempo que Piccoro, Krillin, Tenshinhan y Yamcha desaparecían a quién sabe dónde.
Una punzada en su pecho lo obligó a mirar la otra fila. No sabía qué buscaba entre tantas nubes blancas, mas intentó obedecer a sus instintos; o tal vez despertar alguna sensación que podía aparecer si contemplaba a alguna de esas almas.
Su turno llegó y el príncipe miró hacia arriba de mala gana. Enma Daio Sama le echó un corto vistazo y tomó un libro enorme. Las páginas pasaban rápido hasta detenerse casi al final; y en ese mismo instante, Vegeta se estremeció: ya no flotaba, sentía calor. Pudo ver sus manos enguantadas. Contempló la sombra que proyectaba su cuerpo.
—Tú, de nuevo —finalmente habló el Dios del Otro Mundo.
—No estoy en la fila de allá —señaló a las otras almas y palpó su pecho—. ¿Qué significa esto?
—Es tu cuerpo.
—Eso ya lo sé —replicó—. No pensarás mandarme a ese odioso Paraíso o como se llame.
—Tu autoestima me impresiona, Vegeta —empezó a reír—. ¡Claro que no! Te espera un destino muy diferente.
—No me digas —lo interrumpió, sarcástico—. Bueno, ¿vas a darte prisa o qué? Tus espectáculos son inútiles para quienes van al Infierno.
—Yo no hablaba del Infierno.
Después de mucho tiempo, Vegeta relajó su ceño fruncido por efecto del asombro, pues jamás había esperado tal respuesta. Hizo un recuento de todo lo acontecido desde su espera en la fila y no recordó haber manifestado alguna súplica ni perdón. Sin saber la razón, la tenue imagen de una mujer con un niño en brazos golpeó su mente.
—¿Entonces? —recuperó la compostura.
—Así que no lo recuerdas —se acomodó en su gran sillón—. Es normal, después de sufrir una muerte violenta: generalmente, es el mejor método de amnesia temporal para un alma torturada como la tuya. Te tomará algo de tiempo recobrar tu memoria y no podré evitarte ese dolor.
—Cuánta estupidez —volvió a burlarse—. ¿Qué tiene que ver con lo que está pasando aquí? ¡Habla!
—¡Sólo te diré que tú lo propiciaste! —azotó las manos contra la mesa, frenando la arrogancia de Vegeta— Considérate afortunado, no todos tienen la oportunidad de redimir su maldad con una última acción piadosa. Reencarnar será lo mejor para ti.
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Premio de consuelo
FanfictionTras su abrupta muerte, Mirai Vegeta deberá lidiar con las últimas acciones de su vida: una serie de torturas, tristezas y alegrías que liberaría a su orgulloso espíritu para siempre. ¿Pero qué había hecho para merecerlo? No lo recordaba del todo, y...