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Sábado 6 de octubre.

En la oscuridad de mi cuarto.

Mirando al techo sin punto fijo.

Pensé en la vez que me hablaste en clase de dibujo.

No podía realizar bien el trabajo que puso el profesor.

Ya me había dado por vencido.

Pero tú te acercaste.

Me preguntaste si necesitaba ayuda.

Mi cuaderno y lápiz los cogiste.

Te sentaste en mi silla.

Me hubiera podido quedar parado viendo como me explicabas.

Pero no iba a perder esta oportunidad.

Agarré una silla y me senté innecesariamente cerca de ti.

Casi invadiendo tu espacio personal.

Pero no te importo y seguiste con tu explicación.

Mi mirada divagaba entre el cuaderno y tu rostro.

Soy consciente de que te diste cuenta.

Me era imposible apartar mi mirada de tu hermosa cara.

Pero no decías nada, así que no intentaba en los más mínimo disimular mi adoración.

Deseaba que no terminaran los 30 minutos que había puesto el profesor para el modelo.

Te veías tan deslumbrante.

Concentrado y con el ceño fruncido.

Aún así me parecías el ser más perfecto de todos.

Sonó la alarma dando por terminado los 30 minutos.

No quería que te fueras de mi lado.

Se sentía tan reconforta le tenerte tan cerca.

No eran nervios.

Era una sensación de calidez pura.

La calidez de estar en casa.

Te sentías a hogar.

Nuestro futuro hogar.

Horas en las que te pienso | kth•jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora