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A Harry Styles siempre le gustó jugar. No era para nada el tipo de chico que iba a misa los domingos, ya que probablemente estaría regresando de fiesta o con demasiada resaca para levantarse tan temprano. Le gustaban las chicas, el sexo, el alcohol, incluso las drogas... le gustaba vivir la vida sin preocuparse del mañana, él era joven y quería disfrutar de ello. Todo lo contrario que la pequeña Alice Wright: una buena chica. Estudiante, trabajadora, buena persona. Lo único que Alice quiere es ayudar a los demás, ser buena con todos. Levantarse temprano cada domingo para ir a misa, ayudar a su padre en casa, ofrecerse voluntaria para tareas sociales... es decir, ser una buena cristiana.
Pero mezclar en una misma ecuación a dos polos tan opuestos, crea un resultado explosivo e impredecible. Una parábola que puede tan pronto subir como bajar, llegando a lo inimaginable. Juntar a Alice con Harry no fue una buena idea, o quizás fue el juntar a Harry con Alice.
Una vez Harry vio lo que había debajo de aquellas gafas de alta graduación y de la ropa anticuada que Alice siempre llevaba, estaba por volverse loco. Completamente loco. Pero el rechazo constante era lo único que conseguía de ella. Ser rechazado una y otra vez. ¿Qué chica en su sano juicio rechazaría al mismísimo Harry Styles? Solo una: Alice. ¿Cuál es la razón que la empuja a rechazar al hombre de los sueños de cualquier adolescente?
