Nada más abrir la puerta que había delante de mí comprendí que la malvada figura que me observaba expectante desde el otro lado del umbral no era ninguna broma.
Un frío vendaval atravesó el pasillo cuando intenté cerrarla de golpe, consiguiendo solo por un momento que el silencio invadiera la recepción de esa vieja casa.
Jade se había perdido por algún lugar, yo pronto también lo estaría.
-No te vayas. -se quejó de repente su voz sepulcral.
El desconocido golpeó la puerta con tanta fuerza que la rompió, dejando entrever su mano blanca llena de sangre.
Después de eso yo me deslicé como felino hacia la primera habitación que encontré abierta, escondiéndome entre las sombras de un salón lleno de sábanas blancas cubriendo los muebles.
No era el mejor sitio del mundo, pero al menos pude enviar un sencillo mensaje.
-Jade, no tiene gracia. -le dije. Y su respuesta fue tan afilada como sus verdes ojos.
-No sé de qué me hablas, Vega.
Yo perdí la paciencia nada más ver que mi acompañante no había desaparecido, sino que en realidad volvía a la tierra para dar señales de vida en forma de mensaje de texto.
-¿En serio no lo sabes? -dije agotada. -¿Dónde estás?
Entonces no hubo respuesta.
Solo cuando levanté la mirada pude comprobar que una sábana se había levantado.
Un muñeco gigante con un cuchillo en la mano, como si fuera el hermano mayor de Rex, se había despertado de entre los muertos y me estaba mirando.
En ese mismo instante corrí tan rápido como el corazón me lo permitió hasta dar un salto enérgico por encima del sofá y desaparecer hacia la puerta de entrada.
Ese pasillo negro, sucio y lleno de telarañas debió observarme por quinta vez intentando abrir una puerta inamovible. Ninguna ventana parecía poder abrirse tampoco.
-Acepta mi regalo. -gruñó el caminante endemoniado con la poca gracia de un monstruo de la ciencia ficción.
Era grande, cuadrado, de poco cuello y de largo pelo gris que ocultaba parcialmente su rostro salvo su ojo negro, complemente negro.
Además de eso, llevaba la cabeza de mi profesor de interpretación en la mano.
Ese debía ser el regalo, supuse.
-¿Sikowitz? -dije.
Un leve escalofrío me recorrió la espalda cuando pensé que quizás todo eso sí era real. Puede que Jade no mintiera cuando dijo que esa casa estaba embrujada.
El muñeco apareció avanzando a su lado y yo me alejé paso a paso mientras mi cabeza pensaba en una solución rápida, hasta que una oportunidad irrepetible llegó cuando ese gigante gris tropezó con su propio pie.
Ambos cayeron al suelo y fue fácil escapar de ahí, continuando recto por una moqueta sangrienta.
Más adelante el silencio lo invadía todo.
-Jade. -susurré, doblando la esquina. La ansiedad comenzaba a apoderarse de mí.
La pelinegra me había separado del grupo, el cual debía estar buscándonos por fuera, solo para adentrarnos en ese lugar malvado.
-Será inolvidable. -dijo antes de entrar por la puerta principal. -¿O acaso tienes miedo?
-No tengo miedo. -me quejé yo al instante. Era algo que constantemente tenía que repetirle. -No me dan miedo las casas embrujadas. Los fantasmas no existen.
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El color del miedo
FanfictionA todos nos da miedo algún color en especial, incluso sin que nosotros lleguemos a saberlo. Jade quiere demostrarle esa teoría a Tori, y además, incluirla en los planes de una noche mágica en una casa abandonada en medio del bosque. * * * One-Shot J...