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La soledad en su habitación era algo que definía su corta vida, la preocupación lo tenía consumido.
Eran sólo las once de la noche y su madre se encontraba haciendo la cena para su padre que había vuelto recién de su cansado trabajo. No tenía la menor idea de lo que había sucedido en aquel cuarto a dos metros de distancia cerca al suyo, pero tenía prohibido salir de su territorio debido a que su progenitora se lo prohibió.

Divagando la mirada sobre su alrededor sintió las pequeñas gotas cristalinas sobre su mejilla, humedeciéndola. Su corazón estaba oprimido, dolía demasiado, era una agonía estar encerrado sin conocer su exterior, sin embargo, sabía que lo mantenían así porque lo amaban y querían su protección, más su madre ya que cometía aquellas acciones por amor maternal, no por algo desagradable de saber.

Aunque él sólo quería salir de su pequeña y sucia cueva, explorar el mundo, conocer lugares nuevos, hacer amigos y tener muchos dulces que comer.
Había oído de ellos, pero jamás los había visto o probado.

Limpió su mejilla al igual que sus ojos hinchados con levedad esperando a que su madre apareciera sobre el marco de la puerta con su cigarrillo entre los dedos índice y medio.

El cuarto empezaba a oler a tabaco, cayendo en cuenta que su progenitora estaba dentro de su territorio, retrocedió leve al ver dos sombras de diferente tamaño a la de aquella mujer. Su cuerpo comenzó a temblar por mero reflejo, tenía miedo, aquel sentimiento apareció al ver las caras de aquellos ancianos, no podría haber sido capaz de traerlos nuevamente a su hogar.

— ¿M-mamá? —Preguntó tragando su saliva nervioso mientras con sus pequeñas manos toqueteaba su pecho cubriéndolo.

Jimin, había llegado al límite de la habitación, su espalda chocaba con la fría pared junto a sus pupilas que se habían reducido al de su tamaño original, lucía asustado.

—He dicho que no me llames así cuando hay invitados Park. - Contestó dura al pequeño niño de tan sólo doce años de edad. - Sabes lo que debes hacer ¿cierto? - La mujer delgada con visibles líneas de expresión decorando su rostro, entró a la habitación gélida para ponerse de cuclillas y acariciar la mejilla de su primogénito.

—P-pero mamá, no quiero... Esos señores me dan miedo... Me tocan mamá, me tocan muy feo y no me gusta que me toquen. — respondió lacrimoso temiendo ante la esperada respuesta.

Su madre sonrió cínica, volteando ligeramente hacia las dos extrañas personas. — Me haces pasar vergüenza Jimin, haz caso a mami sino será peor ¿sí? —Dijo la mujer calmada apretando cada vez más la mejilla rechoncha del ajeno. Los moretones en sus brazos se hacían cada vez más notorios por la luz sumergida en la habitación, su mirada neutra había tomado lugar en los pequeños ojos de su hijo.

Jimin asintió dudoso ante aquella tranquila respuesta, sus palmas se guiaron al suelo mugriento impulsándolo a levantarse y tomar rumbo hacía los desconocidos. Eran dos ancianos que lucían sus mejores trajes, sin duda unos magníficos seguidores de la prostitución infantil, pero es muy seguro que Jimin solo sabía que hacer aquello era por su madre, tal inocencia en un pequeño niño de doce años no entendía la razón exacta entre esas acciones, él que solamente deseaba la felicidad de su sucia madre que cometía actos impuros.

—Hey pequeño, ¿Por qué no te acercas y nos acompañas a dar un lindo paseo? —Al escuchar aquella invitación, asintió con una sonrisa fingida, tenía la esperanza de que tal vez ahora ya no actuarían tan malos como en el suceso anterior. Al salir de su habitación observó muy bien como estaba la sala en donde solía jugar con su abuela, pero lamentablemente aquella anciana lo dejó de visitar desde hace ya un buen tiempo.

Observó a su papá tomando una siesta en el sillón marrón, sonrió por aquella imagen, extrañaba mucho a su progenitor aunque debía de admitir que sus toques lo ponían demasiado incómodo. Cuando fijó su vista en la puerta principal de la casa, su vista logró percibir a un niño muy simpático que se dirigía hacía él y los ancianos.

—Abuelo, ya ha pasado demasiado tiempo ¿Dónde se encontraban? —Jimin cayó en cuenta que no se percató de su presencia, sus labios fruncidos al igual que sus cejas transmitían al pequeño pelinegro lo muy enojado que estaba.

Jimin palideció.

El menor de ambos había dirigido su vista hacia él, pero no con una grata mirada, más bien era todo lo contrario, sus ojos lo examinaban de arriba abajo formado una expresión de cinismo, su ceja derecha fue alzada acercándose al pequeño pelinegro que tenia el cuerpo hecho una gelatina, su mirada daba miedo de eso estaba seguro.

—Jeon, no asustes al pequeño, será como tu hermanito. - Comentó el anciano de menor estatura, agarrando con fuerza la pequeña mano de Jimin mientras miraba a su nieto con una fantástica sonrisa. —Cuando quieras podrás divertirte con él, ya sabes será como Min, tu lindo hermanito.

Jeon asintió muy sonriente y con una pequeña caricia a las mejillas de Jimin notó una expresión muy asustada en su rostro, al tal desagrado paró las caricias brindándole una cachetada que resonó en toda la habitación. Park empezó a temblar controlando sus jadeos y lloriqueos, mordía su propio labio inferior mientras daba suspiros calmando sus ganas de gritar, había recordado las palabras de su madre cuando trajo por primera vez a ese par de viejos «Si te resistes será peor tanto para mí como para ti pequeño»

-No pienses ni siquiera en lloriquear imbécil, eres mi nuevo juguete así que comportate como uno.-Demandó aquel niño dos años menor que el mismísimo Park.

Este asintió repetidas veces sintiendo como un pequeño collar decoraba su cuello, aquel objeto era muy adorable sino fuera para un fin malvado. Un lazito rosa decoraba el medio del collar que se pegaba a su piel blanca combinando a la perfección con el color negro del objeto.

Jeon sonrió satisfecho agradeciendo a los ancianos por su tan preciado regalo de cumpleaños, acarició la cabellera de su mayor dirigiéndose a la salida con su nueva mascota y subiéndose con ella a su limusina.

-Joder, es tan molesto. -Se quejó el anciano mayor acomodando sus guantes de jebe sobre sus manos. Mientas su contrario observaba a la madre del pequeño recién vendido.

-Una puta vendiendo a otra. Já, es gracioso ya que ni el pequeño supo de esto. -Mencionó su compañero menor tomando de las greñas a la señora de la casa tumbándola al piso.

Una patada fue dirigida al estómago frágil de aquella ramera sin futuro.

-¿Que te parece, Bang? Muy entretenido.

-Por supuesto. Nos divertiremos mucho ni bien acabemos con el estúpido de esposo que tienes, perra. Park encárgate de ella, no queremos que el mocoso recuerde que tiene padre y madre.

Park Ji Young asintió hacia el pedido de su compañero, llevó al sótano de los cabellos a la ramera de aquella habitación. Sabía lo que estaban a punto de hacer, todo por no pagar una estúpida deuda y meterse con el hijo de un hombre equivocado que con tan solo diez años es un ser de maldad completa peor que su padre, peor que Jeon Minji.

Park Jimin había tenido la peor suerte del mundo, siendo vendido por su propia madre y abusado múltiples veces por su padre y extraños, con la ilusa idea de algún día volver a su llamado hogar.

Pero Jeon tenía un gran futuro para él, jamás dejaría a su preciado juguete escapar, era tan lindo como el primero solo que este tenía algo que el otro no, inocencia pura.

Haría lo posible por corromper tal inocencia del pequeño, hasta matarlo internamente.

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¡hola!
Espero hayan disfrutado el primer capítulo, habrá uno nuevo cada fin de semana.
Sé que es una portada caca pero haré otra, os juro.

𝑙𝑜𝑣𝑒𝑙𝑦 ❪ 𝑘𝑜𝑜𝑘𝑚𝑖𝑛 ❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora