No te olvides de leer la nota del final, es importante.
Noté congelarse mi lengua y la pasé repetidas veces entre mis labios para eliminar el frío. Eso era lo que más odiaba de cuando comía helado, porque si me refería a qué era lo que más odiaba cuando estaba en un centro comercial con Amy Harrison, es que me tratase como su muñeca. La miré de reojo y vi cómo elegía el vestido número cinco. ¿Por qué tenía que haberle dicho sobre la fiesta que mencionó Cassie? Lo bueno, es que no iría sola y arrastraría a Amy a esa muerte segura. Porque había que decirlo, que el bar se llamase ''El último aliento'', traducido en español, ya te avisaba que no saldrías de allí vivo.
Recibí un golpe en el hombro por parte de mi mejor amiga y la miré desconcertada.
-Deja de comer o dentro de poco no entrarás ni en la talla más grande que exista.
Fruncí el ceño.
-Es un simple helado que no hará que mi barriga llegue a ser como un balón de playa, Amy. Además, ya me lo he terminado –tiré el palo de madera sobrante en una papelera cercana.
-¿Y quién dijo que tu barriga no haya alcanzado ese límite?
Abrí la boca sorprendida.
-¿Mi mejor amiga me está llamando gorda en la cara? ¡Se supone que debes decirme que estoy estupenda! ¿Qué clase de amiga eres?
-Solo digo que deberías plantearte mejor lo de tener el culo en su sitio.
-No volveré a hacer ejercicio y menos contigo –gruñí recordando su trampa.
-¡Hey, deja de atacarme! Ya te estuve pidiendo perdón por eso la semana pasada.
-¡Pero si has empezado tú a llamarme gorda!
Me empujó hasta estar dentro de un probador antes de hablar.
-Pruébatelos.
-¿Tienen que ser todos?
-Hasta el último.
Miré hacia la gran montaña de vestidos de fiesta que me esperaban y suspiré.
-No tengo dinero suficiente para pagarme un vestido de esos.
-No lo vas a pagar, mi papi invita –dijo Amy enseñándome la tarjeta de crédito reluciente de su padre.
-¿Tu padre va a querer pagarme un vestido estando en paro? Me voy a sentir fatal.
El padre de Amy estaba en paro hacía aproximadamente tres meses y desde entonces su madre es quien los mantiene. Amy me fulminó con la mirada.
-Cállate, porque si no estás dentro de uno de esos vestidos en menos de un minuto, te ayudaré y no será agradable.
La miré horrorizada antes de entrar en el probador y cerrar la puerta con pestillo.
Una hora más tarde, me encontraba montada en el Fiat de Amy junto mi vestido. La verdad, es que no sabía si podía llamar a aquello vestido, ya que la tela me llegaba por medio muslo y casi ni podía respirar. Miré por la ventana y observé el paisaje hasta que Amy captó mi atención.
-Te tengo que preguntar algo y sé que no te gustará la idea. Así que si dices que no, lo cancelaré, pero ante todo... no grites histérica.
-De acuerdo.
-Estoy al volante y podemos matarnos si gritas, así que no lo hagas.
-Amy, suéltalo.
-He invitado a Simon y Alan a la fiesta de mañana –dijo de sopetón nerviosa.