Capítulo 15

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Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos”.

Hoy era un día especial para Katerine, quizás uno de los más especiales: sus 18. Hoy dejaba de lado las discotecas de dieciséis para entrar en las de gente “comprometida” con ser independientes. Se convertía en mujer, ya no dependía de nadie: sólo de ella. De todos modos, sus padres y hermano jugaban un papel muy importante en su vida, así que no se iría a pesar de tener la edad suficiente para hacerlo. Se despertó en medio de sábanas blancas, recién lavadas por su madre, con olor a suavizante, un olor que le recordaba a casa: su casa. Después de revolotear por la cama, intentar dormirse de nuevo y estirar sus brazos y piernas para no quedar encogida, Katerine decidió bajar y disfrutar de sus dieciocho sin perder ni un segundo. Bajó las escaleras y empezó a ver colores por todos lados: globos, adornos colgados por toda la casa, y un pastel con velas, en teoría... dieciocho. Steven, Romy y James tenían gorros y collares de cumpleaños puestos. Levantó aún más la cabeza, y una gran pancarta colgaba del techo:

“Felices 18, princesa"

Empezaron a gritar cuando la vieron bajar, y Katerine se asustó, pero después empezó a reír. Le había encantado lo que sus padres le habían preparado, pues no hay mejor recuerdo que tus primeras felicitaciones sean de tus padres y hermano. Fue hacía ellos y los abrazó mientras dejaba caer un “Gracias, os quiero”. Cogió a su hermano en brazos y le dio un beso. En ese momento sólo se le ocurría pensar algo: “que familia más grande tengo”.

En general, el día pasó rápido. Felicitaciones y más felicitaciones. Visitas de amigos, conocidos, y familia. Mensajes, llamadas. Katerine se sentía querida, y esa sensación le encantaba. Afortunadamente, tuvo tiempo para comer. Su madre le preparó su comida favorita: macarrones. De postre, terminaron de comerse el pastel que sus padres le habían preparado de buena mañana. Después de comer, Katerine fue a sacar la basura, y se encontró a la familia Elgort. A toda. Los cuatro.

-¡Muchísimas felicidades, cariño!-Dijo Rachel, yendo corriendo a abrazarla.

-Muchas gracias, Rachel.-Contestó Katerine, abrazándola de nuevo.

-¡Felicidades, preciosa!-Dijeron a la vez Ryan y Candy.

Pero Harry no. Harry sonrió, y se fueron hacia el coche. Katerine no entendía nada. Pero no dejaría que nadie estropeara un día como ese, ni siquiera el amor de sus sueños. Pese a ello, después de eso... Ella no era la misma. La ilusión pareció desvanecerse por momentos, Katerine no sentía la misma ilusión al echar de menos una simple felicitación de Harry. Pero seguía sin entender que había pasado. La última vez que se vieron, todo había sido perfecto. “¿Qué habrá pasado? ¿Qué ha pasado para estropearse?” Se preguntaba una y otra vez. Pero quería despreocuparse, pues si algo tenía claro es que maduramos con los daños, no con los años. Y ese daño... Era el peor daño de su vida, un daño que ni los años podían controlar. Fue hacia su casa, subió a su habitación y abrazó su almohada, mientras en ella caían lágrimas, sin poder evitarlo. Al cabo de un rato, su madre entró preocupada.

-¡Cariño! ¡Qué te pasa! ¡Son tus 18!

-Nada, mamá.-Respondió Katerine.

-Hija,-suspiró Romy-¿ha pasado algo con Harry?

-Mamá,- suspiró Katerine- ¿cómo es posible que una misma persona te haga sentir la persona más feliz del mundo, y al mismo tiempo, por cualquier error, por cualquier cosa, te haga sentir lo peor?

Romy abrazó a su hija.

-Se llama amor-susurró.

Katerine la abrazó todavía más fuerte, pues su madre siempre había sido su protectora fiel, tanto si lo necesitaba como si no.

-Si me necesitas, estaré en el comedor, cariño.

-Gracias, mami.

Katerine se secó las lágrimas, y se estiró en la cama, sin querer cenar, pues ya era de noche. Las 11:37. Estaba hecha mierda, triste. Si, eran sus dieciocho, y tenía que disfrutarlos, pero... Harry no la había felicitado. Una y otra vez pensaba lo mismo, se dignaba a preguntar al mundo, al destino, o a alguna fuerza, quién sabe si existía, vagando por ahí, que era lo que había pasado.

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11:57. Katerine escuchó a alguien gritar su nombre. Y salió corriendo hacia la ventana. Era Harry.

-¿Qué haces aquí?-Preguntó Katerine, enfadada.

Harry la miró, tragó saliva, y empezó a hablar.

-Ya han llegado tus dieciocho, y sé que estás enfadada porque no te he felicitado aún, ¿verdad? ¿Creías que me había olvidado? No suelo olvidarme de las cosas importantes- respiró, y continuó hablando- Quieroo darte las gracias por todo este tiempo a tu lado. Quizás no estemos saliendo, me refiero..-hizo una pausa- teniendo una relación, pero estás conmigo y yo contigo, y con eso, todo lo demás me sobra. Quizás no seamos perfectos, pero nos queremos con nuestras imperfecciones. Quizás no sea el mejor tío del mundo- volvió a hacer una pausa- pero estoy seguro que nadie va a poder hacerte más feliz que yo.

Katerine se emocionó y decidió hablar, pero Harry parecía haber olvidado algo.

-Ah, y pequeña… Puede que no seas única en el mundo, pero si única para mí- Añadió.

-Muchas gracias, Harry… -Dijo Katerine, llorando- Pero, si tanto me quieres, ¿por qué no me has felicitado?

-Porque sé que no podía ser el primero-Dijo Harry- así que quise ser el último. Dicen que el primer amor y el último no se olvidan, ¿no?-preguntó- Pues déjame decirte que yo no llegué el primero, pero me encantaría ser el último, al igual que felicitándote, siendo la última persona que veas antes de acostarte y la primera que veas al despertar. Quiero ser tu único y último- Felicidades, princesa-Dijo, poniéndose la mano en el corazón- te quiero.

Kate estaba congelada, no sabía que decir, hacer. Estaba asombrada, sorprendida, emocionada... En general, feliz. De sus ojos empezaron a brotar aún más gotas de agua.

-Te quiero muchísimo, ricitos. En serio... Eres increíble- Dijo Katerine, aún llorando.

-Supongo que esas lágrimas son de felicidad, y en ese caso-suspiró-una lágrima vale más que cien mil palabras. Pero, de todos modos, no quiero que llores- Dijo Harry- Mira, tengo una petición para ti- Añadió

-Dime, por favor- Respondió Katerine.

-¿Te acuerdas en la playa? ¿Qué me dijiste que no estabas preparada? Pues..

-Sí, quiero hacerlo- Respondió Katerine, sin dejarle terminar de hablar.

-Pero Katerine, tienes que estar segura. Yo puedo esperar- Dijo Harry, preocupado pero feliz.

-He dicho que sí, que quiero, que por ti soy capaz de cualquier cosa.

-Tengo ganas de abrazarte, Katerine.- Dijo Harry- Tengo ganas de ti, tengo ganas de nosotros. Mañana tengo la casa sola, ¿qué te parece una buena cena y un buen regalo para tus dieciocho?

-¿Regalo? No hace falta

-No, yo me refería a..- Dejo caer Harry.

-Ah, vale-Respondió Kate- entiendo.- Añadió, riendo.

-Mañana a las diez, te espero. Te adoro, te quiero.- Gritó Harry.

Le lanzó un beso, y se fue. Katerine sintió nervios de golpe, pero no quería dejar pasar al amor de su vida. No quería. Quería disfrutar, disfrutarlo. Quería sentirse viva. Quería ser feliz. Y con Harry, cada vez más, eso era posible. Se fue hacia la cama, se tapó con la manta, y recibió un mensaje. Era Harry de nuevo.

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Le recordaremos al mundo que da igual las vueltas que dé, cuando la distancia entre los dos se reduce a cero, el universo tiembla”.

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora