Único
Jungkook miró a Rose con las cejas entristecidas, mientras que su novia sólo podía encogerse de hombros y sonreírle con dulzura en disculpa. Le hubiera encantado tocarle el cabello que a simple vista se miraba suave y desprendía un olor a cerezas. O simplemente pegar sus labios con los de la joven y perderse en la sensación.
Pero no. Su abuela se había interpuesto entre ellos como si de un muro se tratase.
Cogió las cosas de la chica, a ésta misma y la guió hasta el dormitorio que había al otro lado del pasillo, que los mantendría lejos y a ella, en el centro. Jungkook estaba a punto de hacer un puchero cuando la mirada severa de su abuela se posó sobre él.
Tragó y se metió en su habitación observando con nostalgia el futon. Se dejó caer sobre él y revisó el bolsillo trawro de sus vaqueros, sacó el móvil y lo desbloqueó. Una sonriente Rose le sonreía a la cámara mientras el sol y viento le revolvía los dorados cabellos.
Buscó WhatApp y le envió un mensaje.
Cuando Rose contestó su rostro se iluminó.
Su abuela podía poner un mundo entre ellos que igualmente se encontrarían.
👵
Esperó hasta que la noche estuviera bien entrada y colocó el móvil en silencio tras apagar la luz. La paciencia no era para nada su virtud, pero con su abuela, que aunque era sorda; parecía hacer desarrollado cierto insomnio con la edad y empezaba a preocuparle.
La había visto pasar por su puerta tres veces, bostezando, arrastrando loa pies y dándose golpecitos en la espalda. Hasta que se detuvo para hurgarse la nariz mientras miraba a cualquier parte.
Con una mueca de asco, se había concentrado en avasallar a su novia a mensajes diciéndole lo impaciente que estaba por ir con ella, la crueldad de la república de la casa de su abuela o como podría empezar a divertirse por sí solo y enviarle fotos.
- A lo cual la rubia le envió un rotundo no, con punto y todo, dejándolo con ganas y la suerte de no estar cerca para recibir un buen coscorrón. -
Su abuela empezaba a ser un perro guardián que parecía no poder esquivar. Cuando la vio meterse finalmente a su dormitorio y tras no pasar una hora, ella no salió.
Era hora de atacar.
👵
Abrió la puerta lo más despacio que su impaciencia le permitió, se puso a cuatro patas y gateó en dirección a su merecida meta.
Rose le esperaba con las manos cubriéndose la boca para retener las carcajadas. Jadeando, con el corazón latiendole en las sienes, la miró con el ceño fruncido.
-Así no puedo besarte y creó que merezco mi premió.-protestó.
La fémina apartó las manos y él se zambulló en la sensación real y aplacó la imaginación.
-Vas... A toda marcha. Esperáte.
-Pero, es que... .-protestó nuevamente.
-Soy una chica, ¿sabes? .-refutó desviando la mirada.
Tenía la mejillas sonrojadas y los labios hinchados por su brusquedad. Incluso temblaba. Sorprendido, se apartó rascándose la nuca.