Capitulo Dos

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Con pesadez James abrió los ojos, su cabeza dolía asquerosamente y apenas si podía distinguir algunas formas.

Trató de moverse pero alguna cosa se lo impedía, supo enseguida que lo tenían aprisionado.


—Al fin despiertas, ya me cuestionaba la dosis que te di.


Reconoció aquella voz, pues fue esta la última que escucho antes de desmayarse.


— ¿Que me hiciste?

—Te drogue, luego te traje aquí, te quite algunas cosas y luego te encadene. —Respondió con simpleza como si fuese lo más normal del mundo.


El alfa gruño.

El omega río.


Ambos se retaban con aquellos simples gestos.

El alfa analizó bien la situación; se encontraba encadenado a una cama, semidesnudo, un sexy omega se encuentra frente suyo y además tiene un bozal.

Un bozal.


El alfa gruñó más fuerte pues al tener aquel aparato le hacía sentir como un perro, un maldito animal.

Cuando recién habían aparecido los humanos alfa y omega se les colocaba ese tipo de aparato, pues para los betas aquellas castas eran más bien animales que personas.

Su orgullo había sido golpeado estrepitosamente y para empeorar aquel golpe estaba aquel omega que no se inmutaba con nada.

El omega alzo una ceja y lo miro interrogante.


— ¿Te molesta el bozal?

—No soy un perro.

—Mataste a la mitad de mi personal, llegaste a mi habitación soltando tu aroma para marcar territorio y hacer retroceder a cualquiera que no creyera ello— El omega se acercó peligrosamente a James, sujeto la cabellera oscura de este y le obligo a mirarle. —Más que un perro me recuerdas a un lobo y nunca he tenido a un lobo en mi cama.


El tono lujurioso empleado por el omega mando una corriente de excitación por todo el cuerpo de James.

Nunca le había pasado que un omega llamase su atención, pero por otro lado este pasaba todas las expectativas que tenía con respecto a la otra casta.

Ese omega era peligroso y eso al alfa le fascinó de cierto modo, pero por otro lado a James, al que odiaba sus instintos lo tenía aterrado en cierto modo.


— ¿Qué quieres de mí?—Gruño Barnes molesto.


El omega sonrió ladino.


—Follarte.


James tenía mil y un insultos que dedicarle al omega si este solicitaba algo con respecto a información sobre la Bratva, pero grande fue su sorpresa cuando este descaradamente solicitó sexo.


— ¿Qué?

—Los alfas y los omegas tenemos algo que los betas no, instintos, un libido animal que la mitad del tiempo está actuando por sobre nuestro razonamiento. —El omega hablaba calmado y relajado como si estuviese hablando con un viejo amigo y no con alguien que horas antes venía a matarlo, y que en realidad aún muy en el fondo seguía con su idea en pie.

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