Día dos: Cristal.
Su mano descansaba sobre mi pecho. Su mano aprisionaba mi pecho. Asfixiada por su aroma me alegraba que no hubiese bebido como otros y terminara con un aroma de basca en mí.
Quería levantarme, era muy temprano para que él lo hiciera y marchara pero yo podía, podía tan sólo un segundo partir.
Como pude le aparté la mano de mi cuerpo y me zafé de ella. Como pude me fui reincorporando sin llamar su atención, lentamente me deslizaba fuera, fuera, cada vez más fuera hasta que conseguí hacerme del vestido de anoche y llegar a la puerta corrediza que me lleva a la terraza.
Mientras corría a las escaleras me aseguraba que nadie me viera. Bajé deprisa a ver a Joya.
Las luces estaban apagadas, abierto el paso para la oscuridad pero la suya en específico daba el brillo de la luz. Dentro escuché murmullos. Toqué casi en silencio pero deprisa y me desconcertó escuchar la voz de un hombre, he olvidado ya lo que dijo. Pero en el momento temía que estuviera con alguien y no me hubiese avisado, me iban a regañar, nos iban a regañar. Giré para irme, si había alguien, Madame estaba a nada de verme, eso seguro y despertaría al hombre, y si no estaba... Algo cayó, algo cuyo sonido duro también incluyó el cristal y las voces se apagaron. Pronto la tuve fuera, observándome, viendo como me abrazaba a causa del frío y no traer nada encima más que el vestido.
— Cristal.
— ¿Estás ocupada?
— ¿Qué? No. Para nada... bueno, sí, un poco.
— Hablo de compañía masculina. – mascullé
— Oh, no. – dijo rotundamente – nada de eso.
Nada de eso... Esperé un segundo mirando al techo esperando otro ruido proveniente de su habitación.
— ¿Segura?
Se hizo a un lado dejándome pasar. Entonces... ¿Qué era aquel murmullo masculino? Juraba que lo había escuchado pero no le di mucha importancia, lo que más me importaba era tener un lugar donde no hubiera hombres, o al menos el que estaba en mi habitación.
— ¿Y qué haces aquí? ¿Acaso el hombre se fue?
— Me... me compró. Compró mi libertad. Sin importar que fuese una Rosa, él...
— ¿Enserio? ¡Qué alegría! ¡Harás realidad tus sueños! ¿Ya te dijo a dónde te llevará? ¿Viaja mucho? ¿Cuántos países conocerás?
Miré el suelo por un largo tiempo.
— Tienes razón, no, no le he preguntado. Debería irme a preparar. — Me levanté.
— ¿Ves como todo va cambiando para bien en tu vida?
Y entonces un ruido proveniente de su armario me alertó. Igual que una voz masculina. La miré por respuestas antes de caminar hasta el lugar pero su cuerpo me prohibió abrir.
— ¿Qué ocurre, Joya? ¿Quién está dentro?
— ¿Qué? ¿A qué te refieres?
— ¿Es un prohibido? Es un prohibido. — Aseguré y mi voz se volvió murmullo. No me cabía en la cabeza que se acostara con alguien porque realmente le gustara o lo quería sin que este pagara.
La hice a un lado entre su voz que me pedía detenerme. Cuando abrí la puerta del closet y la luz se coló los noté. Me sorprendí mucho cuando los reconocí. Los dos eran meseros de aquel bar, uno que no conocía y el otro, Ank. Me giré a ella dejándolos al descubierto. El único completamente vestido era Ank. Estaba con dos prohibidos.
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Once Deseos [*PAUSADA*]
Non-FictionEl dolor a veces no se consigue percibir en los rostros ajenos. El miedo se ve reprimido cuando un miedo más grande te logra amenazar. ¿Te imaginas ser arrancado de tu propia vida y no saber en donde tu cuerpo y tu ser terminarán? Aunque la mayoría...