Dear Zed 「Zed x Kayn」

Vl. El hielo quema

Conseguí tinta en la biblioteca, y ya que estoy aquí puedo seguir escribiendo. Estaba contándote lo que pasó cuando te enfermaste, pero para no hacerlo tan largo iré al grano.

Esa noche la pasé junto a ti. Limpié con un paño húmedo el sudor de tu cuerpo, y tengo que admitir que la vista fue espectacular. No recuerdo la hora, dudo que importe eso. En el momento que abriste tus ojos, éstos chocaron con los míos.

Me preparé para una paliza, el típico sermón o tus desagradables comentarios, esos que me partían en dos y hundían. Pero no. Ni siquiera reaccionaste. Guardaste silencio y volviste a cerrarlos. “¿Qué voy hacer contigo, Kayn...?” escuché, a lo que yo trague saliva. “Quiéreme” susurré, “sólo quiéreme.”

Esa noche lo hiciste. Me sujetaste atrayéndome hacía ti... y nunca estuve tan cerca. Sé que no estabas en tus cinco sentidos, y a lo mejor que estabas delirando. Sin embargo, fue más que suficiente para mí. Sentir tu calor, tu piel abrazar la mía. Aquella fragancia masculina, el firme agarre que tenías incluso en ese estado...

La cercanía fue tal que nuestra respiración se volvió una. Tus labios acariciaron los míos: lluvia en el desierto. ¿Conoces la sensación del frío arrasar por tu piel, y de repente, entrar en un lugar cálido y sentir tus manos arder? Algo similar sucedió cuando tu boca se unió con la mía. Eras el hielo que tanto necesitaba para refrescarme, la consecuencia que me traía probarte.

Lo recuerdo bastante bien, ¿cómo olvidar el primer beso? Lento, suave, delicado. Me trataste como si fuera de porcelana. “Te extrañé”, eso fue todo lo que dijiste antes de volver atacar mis labios.

Pese a que me contagie la fiebre, quiero que sepas que cada caricia y cada beso que me diste esa noche lo valió.

Y hasta el día de hoy no estoy seguro de si recuerdes lo que pasó. Nunca mencionaste nada, sin embargo, tampoco cuestionaste el por qué amanecí a tu lado.

Ojalá tuviera el valor para preguntártelo.