¿Sólo un amigo?

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Buscando empleo, me ofrecieron hacer una entrevista de trabajo en el pueblo de Diego. Hacía mucho tiempo que no le veía, era un chico encantador y muy considerado, tanto que no me permitió alojarme en un hotel para la entrevista.

            - ¡Ni se te ocurra! Tú te quedas en mi casa y, si después tienes suerte, puedes quedarte hasta que encuentres un piso al que mudarte.

            - Vale, pero solo si me dejas ayudarte con los gastos.

            - Ya se hablará de ello cuando llegue el momento, por ahora vente a pasar unos días para la entrevista.

            -¿Esa invitación va con segundas intenciones?

            - Con las intenciones que tú quieras - rió desde el otro lado.

            -¡Dios! ¿Qué voy a hacer contigo?

            - Sabes, para empezar se me ocurren un par de cositas…

            - Deja esa risita tonta.

            - La culpa de que esté animado es tuya guapa.

            -¿Mía? Será tuya, yo no hice nada.

            -¿Acaso no fuiste tú quién ha hablado de segundas intenciones?

            -¿Acaso esa idea no se estaba paseando por tu mente?

            - Esa exactamente no, pero si tu bonito trasero oculto con una de mis camisetas. ¿Te acuerdas de aquel día? - rió burlón.

            - Serás…

            - Hasta pronto guapa, te mandaré la dirección.

Colgó antes de que pudiera replicar. Diego me sacaba de mis casillas pero era un gran amigo. A decir verdad, sólo lo hacía para provocarme, le gustaba verme rabiar. Siempre dijo que le gustaban las chicas con carácter, según el eran las mejores una vez estaban domadas y yo siempre estuve en su radar. Es cierto que nos acostamos en unas cuantas ocasiones, pero ninguno de los dos estábamos preparados para seguir adelante.

Aquel lugar parecía un paraíso, un pequeño pueblo soleado y tranquilo con el mar al fondo. Esperé a Diego en una terraza tomando una cerveza fresca porque no estaba en casa. Tardaba mucho, no es que fuera de los más puntuales pero estaba empezando a preocuparme que no cogiera el teléfono. Fui otra vez a su casa, es posible que antes no hubiera llegado, cuando me dispuse a tocar el timbre alguien me agarró por detrás.

            - Mira quién se dejó caer por aquí - dijo susurrándome al oído.

            - Suéltame Diego, esto no tiene gracia. ¿Dónde has estado? Llevo un rato esperándote.

            - Perdona - dijo apartándose -, me olvidé decirte que hoy había quedado para coger unas olas, culpa mía - dijo posando su frente en la mía mientras sonreía -. Estarás cansada y yo necesito una ducha, subamos.

            -¿Es qué no piensas cambiar?

            -¿Cambiar? ¿Para qué? Así me va bien - dijo sonriendo mientras abría la puerta.

Me enseño su piso, era muy acogedor y estaba ordenado. Puede que si hubiera cambiado, solo un poco, ahora no era tan desastre. Me instalé en su habitación de invitados y fui a ver la tele mientras él se duchaba.

            -¿Quieres tomar algo? - su voz me sobresalto, no esperaba que ya hubiera acabado - No hace falta que te asustes - sonrió desde la puerta.

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora