Capítulo 18.

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Iba a ser el momento más penoso de su vida. Probablemente aquel profesor de pacotilla —¿acaso tenía algún nombre?— se sentaría, frente a los veinte alumnos que estaban en la sala de castigo hoy, a recitarle todo un discurso sobre lo problemático que sería su horrible actitud en el futuro, que le crearía muros imaginarios que lo limitarían y ese tipo de cosas. Katsuki ya era casi mayor de edad, tuvo la suficiente cantidad de experiencias para darse cuenta de que su comportamiento no fue el mejor hace solo minutos. Sin embargo, él quería estar seguro de que todo se encontraba justificado.

Pero aunque el rubio fuese el mejor estudiante, él tenía un historial, no tendrían piedad de su ser en el mejor de los casos. Si analizamos bien los hechos, Katsuki prácticamente había atacado a una muchacha que apenas estaba «sobreviviendo» —palabras del profesor— a su primer día. Se sentía completamente condenado. Al menos tenía a Kirishima excusándolo, como siempre, ¿y qué tendría él para decir? Lo había visto todo, claro, cada detalle, y aun así intentaba justificar su actitud frente a los grandes mandos.

Mientras decidían sus destinos, habían sido enviados a detención. Tanto él, como Kirishima y la fastidiosa muchacha, quien se revisaba las uñas con una sonrisa como si no prestara atención a lo que estaba sucediendo por su culpa. Cuando el rubio pisó los lujosos pisos de la nueva escuela, se repitió que su comportamiento debía ser moderado por ahora si es que quería tener un buen futuro. Allí son muy exigentes con la disciplina, y Katsuki tenía mucho de que hablar sobre su actitud en el pasado. Y lo logró al menos por un tiempo. Hoy, en la cafetería a la hora del almuerzo, esta chica —desde que entró a su salón esa mañana, no le caía bien— tomó asiento como si nada junto a su novio, acurrucándose junto a él y comenzando un coqueteo evidente.

Sí, se había puesto celoso. Él no había reaccionado de inmediato, sabía que no podía meterse en problemas, y ambos llegaron al acuerdo de mantener su relación en secreto —en realidad, Katsuki lo exigió y el pelirrojo no tuvo más opción que aceptar sus condiciones—, así que no saltaría sobre la mesa a declarar que el idiota estaba amorosamente enlazado con él o algo similar. Y sin embargo, la muchacha había sobrepasado su límite de paciencia al sentarse sobre el regazo de un confundido Kirishima a darle un beso en los labios.

Camie sabía perfectamente lo que hacía. Ella y Katsuki habían sido una especie de pareja en primaria —de esos niños con más vida amorosa que tú, que se otorgaron el uno al otro su primer beso inocente y caminaban tomados de la mano, etcétera—, antes de que el rubio se mudara, y probablemente seguía molesta por haberla abandonado sin explicaciones. Sonaba ridículo, a su parecer, pero ella lo observaba como si estuviera recriminándoselo. Al final, Katsuki estalló, comenzando con una discusión que terminó en forcejeo mientras el pelirrojo intentaba intervenir antes de que alguno saliera lastimado. Camie sabía perfectamente como defenderse, pero aprovechó la entrada de la autoridad para fingir estar herida y que toda la culpa estuviese dirigida al rubio.

Todo un desastre. Los habían dejado seguir con sus clases habituales, para llegar a ese momento —los sacaron de su última clase; geografía, de alguna manera un alivio—. Y ahora se encontraban en esa situación. Completo silencio, veinte alumnos castigados mientras un profesor ingresaba al salón con la mirada dura y exigente, las cejas fruncidas y los labios apretados. El discurso comenzó de inmediato, aunque prestó atención solo hasta la mitad. Un momento perfecto para pensar de manera pesimista, ¿y si decidían expulsarlo? Sería su perdición. ¡Qué más da! Katsuki no necesitaba esta estúpida escuela para ser el mejor, ¿verdad? Entonces, ¿a dónde iría? ¿Acaso sus padres estarían decepcionados al saberlo? Bueno, ellos probablemente ya se habían puesto en contacto con sus progenitores y...

—Profesor, tengo algo que decir. —La muchacha se puso de pie, el rostro desfigurado en dolor que evidentemente estaba forzando.

El hombre se sobresaltó por la interrupción, cambiando su expresión de molestia a una completamente distinta cuando le indicó a Camie que podía hablar. Katsuki quiso bufar, ponerse de pie igualmente y comenzar a gritarle groserías, pero ya tenía suficientes problemas. La fémina hizo una pausa demasiado larga, exagerando un rostro dolido que Katsuki solo quería moler a golpes, si era sincero al respecto.

» Iridiscencia | Bakushima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora