Capítulo 53◁

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Al día siguiente que habían llegado mis tíos y mi prima me dirigí al pequeño edificio donde se estaban hospedando, era lindo por supuesto que sí, pero era sólo un mes el que ella estaría aquí, y luego mis tíos regresarían a los quince días.

—¡Mírate qué grande, cariño! —chilló mi tía apretándome en sus brazos—. Hace tanto que no te he visto, parece que creciste cinco años —exageró.

—Han sido sólo unos meses, tía…—reí al igual que mi prima.

—Estás tan linda, el cabello lo tienes más largo —observó mi prima, Sarah—. Y tus ojos, los veo distintos.

—Seguramente es el delineador —sonreí.

Mis tíos decidieron echar un vistazo al departamento en el edificio, que era bastante lindo y grande. Eran dos habitaciones y dos baños, una pequeña sala y atrás la cocina, que tenía lo necesario. En la sala había un gran ventanal que daba una vista increíble a las calles, unos cuadros grandes y bonitos, y el pasillo tenía macetas casi a todo lo largo.

—¿Y entonces? —preguntó Sarah una vez que estábamos en su habitación—. ¿Ya tienes novio, no?

—Sí —sonreí—. Hoy saldremos con él, quiere que vayamos a comer y después a conocer un poco, ¿si puedes?

—Suena muy bien la idea, y claro, tengo dos días libres —me sonrió guardando su ropa en el closet.

Sarah era un poco más alta que yo, su cabello le llegaba a los hombros y era completamente negro. Tenía unos ojos muy lindos y oscuros, con unas pestañas muy largas y rizadas. Era de complexión delgada, y tenía unas piernas largas y tonificadas, así que no estaba tan mal.

Me despedí de todos antes de regresar a casa, y habíamos acordado que pasaríamos por ellos a las tres de la tarde.

Una vez que llegué a la casa subí a la habitación de Louis para buscarlo, pero justo escuché la puerta del baño abrirse, mostrando a Louis con una toalla al rededor de la cintura y con el pecho aún con gotas de agua.

Mierda.

—Oh, hey —me sonrió—. Pensé que llegarías mas tarde.

—Quise darles un poco de privacidad, ya sabes, para que conozcan bien el departamento y demás —sonreí.

—¿Y cómo están?

—Bien, muy bien.

Él sonrió y caminó hacia mí. Levantó mi barbilla con su mano y me besó, pero no supe dónde poner mis manos, sintiéndome estúpida a la vez. Dejé mis manos a mi costado y él soltó una risita.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Nada, ¿por qué?

Él rió de nuevo y me besó otra vez, pero ahora haciendo el beso más profundo y largo. Apoyé lentamente mis manos en su pecho y las pequeñas gotas humedecieron mis manos, su piel era tan suave y cálida que me era difícil creer que era hombre. Sus brazos me abrazaron por la cintura y sonrió.

—Me encantan tus manos, son tan suaves —murmuró.

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