Parte Única

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Los débiles rayos del sol se filtraban por la ventana para ir a parar sobre sus ojos de forma casi arrogante, la mañana había llegado una vez más y era hora de que Dongyoung se marchara. El pelinegro se removió en su lugar, volviendo a sus sentidos con el perfume de una cama ajena y un par de brazos envueltos a su alrededor. Revisó el reloj en la pared y bostezó perezosamente.

— Hyung, hyung —Llamó Dongyoung en voz baja—. Ya es hora.

El agarre en su cintura no cedió.

— Aún es temprano... —Respondió una voz ronca que casi le causa al menor escalofríos.

— Ya me tengo que ir —Insistió.

El mayor presionó un beso sobre su hombro descubierto

— No te vayas~ —Se quejó en un susurro.

— Voy a llegar tarde al trabajo.

No~ —Apretó más a su pareja.

— Para estar tan anciano eres todo un bebé —Rió Dongyoung.

— No soy un anciano.

Y el pelinegro casi pudo escuchar el puchero en su voz. Se volteó para quedar frente a frente con el pelirrojo que lo sostenía y presionó un beso encima de su nariz.

— Ya suéltame, Taeil hyung —Pronunció suavemente con una sonrisa.

Taeil dejó salir un pequeño suspiro y liberó a Dongyoung a regañadientes, hecho esto el menor depositó un pequeño beso en sus labios.

Aunque era tan esperado como parte de una rutina el pelirrojo aún no soportaba ver partir a su amante cada mañana. La prescencia de Dongyoung en su vida era como oxígeno en sus pulmones y hierro en sus venas, lo completaba, lo necesitaba.

Observó a Dongyoung salir del cuarto de baño con su cambio de ropa a medio poner y el cabello húmedo, bebiendo con la mirada cada uno de sus pequeños movimientos desde las blancas sábanas de su lecho. El menor tenía presente que para Taeil despertarse a esa hora bien podría considerarse pecado, pero nunca le había dejado buen sabor de boca la idea de irse y dejarlo solo en la cama sin más.

Se despidió de Taeil con un último beso en los labios antes de dirigirse hacia la puerta principal.

— Vendré a visitarte en la noche —Añadió—. Traeré algo de cenar.

— Te estaré esperando —Respondió el pelirrojo con una sonrisa genuina.

El portón se cerró estruendosamente, su fuerte sonido resonando contra la sensación de vacío en el estómago de Taeil.

Después de tantos centenares retosando por su cuenta solo había bastado un humano que le hiciera compañía para que cayera en cuenta de lo solitario que en realidad estaba. Inmediatamente echando de menos el calor que traía Dongyoung consigo fue incapaz de conciliar el sueño nuevamente, pasaría otra endemoniada noche en vela.

La salida del sol sobre el cielo diurno era suficiente para hacerle sentir somnoliento, pero por más vueltas que diera en la cama su mente continuaba reforzando la sensación de que algo le faltaba. El insomnio era una perra.

Se dedicó a hacer los quehaceres del hogar, intentando no contar las horas hasta el anochecer. La casa de Taeil era grande, podría hasta considerarse una mansión modesta. Estaba ubicada a mitad de un bosque a las afueras de la ciudad, y Dongyoung tenía que tomar el tren de ida y de vuelta allá todos los días.

Pasó el día como muchos otros: Suspirando, fracasando al intentar dormir y pensando en cuando extrañaba a su humano. Era tan impresionante como preocupante cuánto espacio en su mente abarcaba su relación; había días enteros que pasaba tan embobado con Dongyoung que olvidaba tomar su suplemento de hierro.

Full Moon || Doil NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora