KANE VELKAN
El hospital es un completo caos.
La fría luz de los fluorescentes, que brilla desde el techo, ilumina los estrechos pasillos llenos por la gente y el bullicio apabullante de sus bocas. El personal sanitario, vestido con sus ropas azuladas y batas blancas, lucha por hacerse paso entre el gentío.
— ¡Dos pacientes más para la unidad de quemados! —grita alguien desde la recepción y los médicos, hombres y mujeres, se ponen en movimiento como si fuesen las piezas de una máquina perfectamente engrasada.
Las personas hablan sobre el incendio que los bomberos todavía no han conseguido controlar en la última planta de un conglomerado de apartamentos. Un accidente fortuito provocado, al parecer, por la explosión de una vieja caldera. Las víctimas son numerosas y los heridos no dejan de llegar. Todo ello hace que el incidente de la Torre Kadjar haya quedado en un segundo plano y las personas que lo nombran rápidamente lo olvidan.
A empujones, me muevo entre la gente siguiendo las señales que me conducen hacia la Unidad de Cuidados Intensivos. El paso está restringido debido a la gran cantidad de personas que llenan el edificio, pero cuando enseño mi placa policial inmediatamente me dejan pasar.
En ese mismo momento en que pongo un pie en la sala y las puertas de cristal se cierran a mi espalda, mi teléfono móvil comienza a sonar en el interior del bolsillo de mis pantalones negros. El mismo número que ha estado llamándome durante los últimos días aparece en la pantalla. Observo los dígitos con indiferencia.
Mi trabajo como agente de policía solía ser mi obsesión. Cada noche recorría las calles buscando delincuentes, pero no lo hacía por amor a la justicia sino por el simple hecho de que me mantenía despierto. Ah, era la excusa perfecta para no tener que colocar mi cabeza sobre la almohada y tener que dormir.
Las pesadillas eran demasiado. Una ilusión creada por un mal recuerdo que quisiera olvidar, pero que sin embargo no puedo. Parecía estar cayendo en un pozo negro y oscuro del que era incapaz de salir hasta que una noche me fui a dormir y al despertar por la mañana me percaté de que no había soñado en absoluto. ¿Cómo era posible algo así cuando durante años lo único que había visto al cerrar los ojos era ese vacío ininterminable? Entonces descubrí que Red Kadjar, hija de uno de los hombres más poderosos de la ciudad, era la explicación de ello. Maldita sea ella por haberme engañado y haber jugado conmigo como si fuese un imbécil, pero... nada es lo que parece, ¿cierto?
Red no es la persona que cabría esperar. Siempre había sospechado que escondía algo, pero ¿qué? Entonces, un imponente y hermoso halcón de plumas rojizas y ojos violáceos extendió sus alas frente a mí y el hecho de que estaba parado junto al borde de una elevada azotea se desvaneció de mi mente.
Cambiaformas, personas con la increíble habilidad de adoptar la forma de un animal. Asombroso.
Y entonces... ella está ahí, sobre mí. Su cabello húmedo formando suaves ondas alrededor de su cabeza y uno de mis jerséis cubre su cuerpo. Mi piel vibra con su contacto. Me pide que la bese y le respondo que no, ¿puedes creerlo? Una mujer tan hermosa me pide algo así y yo me niego.
Era lo mejor.
Involucrarme con ella de esa manera haría las cosas más complicadas, todo se descontrolaría, sería... entonces, la beso. Mierda.
Es increíble la cantidad de pensamientos que cruzan mi mente en esos escasos segundos en los que observo la pantalla del teléfono. Mi dedo se desliza sobre ella y rechazo la llamada. Probablemente ya este despedido de todas formas...
Cuando elevo la cabeza, me percato entonces de lo que pasa en una de las numerosas camas a pocos metros. Alguien está recibiendo una reanimación cardiopulmonar.
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La chica sobre los tejados © #2
FantasiA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...