Dios.
Abro los ojos y me tapo la boca con las manos.
El doctor teme por mí y me agarra cuando suelto mis manos de sus agarres protectores.
Marga está ahí, tiene una máscara como la que tenía yo antes de dormirme esta tarde. Su frente está vendada y tiene un collarín alrededor del cuello.
Su dedo corazón está aprisionado por una especie de traba que está conectada a una máquina que emite un sonido a cada pulsación de su corazón. Me tranquiliza saber que el sonido parece bastante normal, aunque yo no soy médico.
-Déjeme a solas con ella, por favor.
Le pido al médico.
-Avíseme cuando quiera regresar a su habitación, señorita.
Asiento y él amable doctor me deja sentada y bien repollinada en una silla junto a la cama de Marga, que tiene los ojos dulcificantemente cerrados.
El doctor sale de la habitación y tras de sí cierra la puerta, dándome más intimidad. Una intimidad bastante incómoda.
¿Qué le digo a esta mujer que es mi madre?, ¿se supone que debo romper en sollozos mientras le tomo de la mano y una serie de flashback sobre mis preciosos y emotivos momentos y regalos en navidad con ella atraviesan mi mente?, sería bonito tener al menos algún bonito recuerdo con ella, que supongo que los habrá, pero mi cerebro los tiene escondidos en un cofre en lo más profundo e inexplorado rincón de mi corazón.
Le tomo de la mano intentando imitar a una novela que veía cuando era pequeña junto con mi padre. Algo dramática, la asistenta y criada era la madre biológica de la hija de la dueña de la casa. La asistenta tiene un trágico tumor cerebral que la deja a pocos y escasos días hasta el final de su corto trayecto en esta vida, pero antes de eso, la asistenta decide contarle la verdad a su hija, pero esta no la cree, y rompe el regalo que le tiende su verdadera madre.
El final no es muy emotivo, la madre muere con el rechazo de su hija en la mente, la hija descubre por la dueña de la casa que ella es adoptada, insiste en saber quién es su madre aunque algo en el fondo de su corazón ya sabe quién es, pero la madre adoptiva no le cuenta la verdad, que su marido violó a su madre cuando empezó a trabajar en la casa y ellos le arrebataron a la niña sin piedad alguna, ya que ella era estéril y no podía tener hijos. La asistenta sufrió malos tratos y perdió a su hija, luchó por ella hasta el final de sus días y la lástima es que la niña nunca tuvo la oportunidad de pedirle a su madre biológica perdón por haberla tratado como una simple criada, por haber roto su hermoso regalo, el cual, era una cajita de música y mucho menos tuvo la oportunidad de poder abrazarla por última vez.
Eso me hace reflexionar, no quiero pasarme toda la vida culpando a mi madre de mis dichosos problemas familiares, aunque ella sea la culpable. No merece la pena torturarnos unos a otros culpándonos sobre algo que ya pasó y que dejó marcadas nuestras vidas, y no precisamente para bien.
Alzo la vista hacia sus sorprendentemente ojos abiertos.
-Hola.
Le digo en un zumbido.
Se agarra la máscara de oxígeno y con cuidado la separa de su cara.
-Hola Andrea.
-¿Cómo te sientes?.
-Bien, mal, regular…
-Lo siento.
Le aprieto la mano.
-¿Por qué Andrea?.
-Por mi culpa has perdido al bebé y hemos tenido ese accidente.
-No es tu culpa cariño, ya tengo una edad y los bebés no se hacen tan fácilmente.
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Diario secreto de una adolescente.
Teen FictionAndrea, la chica que siempre pasa de sapercibida en todos lados se convierte en la más popular de su instituto gracias a una fuerte pelea que tuvo con la chica más deseada en una fiesta. Todo va sobre ruedas hasta que esa fiesta cambia su vida. La m...