Capítulo 38

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Después de la muerte de mi hermano, sentí un gran vacío dentro de mí.
La vida de Julen no fue muy agradable que digamos.
Siempre se la pasaba en el hospital, debía de tener un control de vida reducido en visitas a especialistas, sin poder tener una infancia, como un niño que recién empieza a descubrir el mundo, una adolescencia, donde quieres experimentar lo que sabes y una madurez donde tú vida no es completa. Y aun así, demostró en cada momento las ganas de superación, de poder realizar sus sueños luchando contra una enfermedad que terminó con su vida aún cuando era joven.
No es justo, odio lo que le ha pasado, lloro como un niño el cual le gustaría poder verlo de nuevo para abrazarle y decirle lo mucho que lo quiero y lo extraño.

Me seco mis lágrimas, recomponiéndome de nuevo.
Vuelvo a ser yo. Ahora más que nunca no puedo venirme a bajo, y más cuando hay otras personas como Laura, mi madre y mi hermana que me necesitan.

Camino hacia los vestuarios, hoy ha sido un entrenamiento corto. Sé que muy pronto empezarán las carreras y me hace muchísima ilusión volver a sentarme delante del volante y competir.
Esa es mi pasión, ser piloto de rally, disfruto con la velocidad, sintiendo la adrenalina fluir por mis venas mientras compito.
Una vez que termino de hablar con mi equipo y ver que voy mejorando respecto al tiempo. Me voy satisfecho hacia los vestuarios para cambiarme.
Primero decido darme una ducha antes de ponerme unos jeans y un suéter.
De pronto escucho ruidos. Miro para todos los lados pero no veo a nadie.
Empiezo ha atarme las zapatillas cuando veo unos zapatos negros. Me quedo un poco sorprendido de saber que no estaba solo.
Me alzo despacio y con cuidado para verle la cara a los hombres vestidos de negro que tengo delante mío.

— Vaya, no sabía que tenía visitas. — Empiezo hablando observando a los tres hombres que hay parados enfrente mío mirándome con expresión de enfado.

— Tú eres Alois Irzu. ¿Cuánto tiempo?

— No te conozco, dime qué quieres de mí.

— Nada. Sólo vengo a cobrarme una deuda que tenemos con tú abuelo.

— Vaya. Y... ¿qué tengo que ver yo con mi abuelo? Ir a cobrársela a él, yo no tengo nada que ver. Y ahora si me disculpas me voy.

No llegué muy lejos. Aquel hombre me dió un puñetazo en la boca del estómago seguido, me agarró de mi suéter estampándome contra las taquillas. Sus ojos mostraban ira y de su boca solo salían palabras amenazantes.
Intenté defenderme en vano. Aquellos hombres me sujetaron de tal modo que no podía deshacerme de su agarre,  me sacaron del lugar con mucho cuidado de no ser vistos.
Al llegar a una furgoneta blanca me tiraron en el suelo del maletero recibiendo varios golpes con el  aviso que permaneciera quieto.
Como si fuera a salir corriendo con las manos atadas y los pies.

La furgoneta estuvo un buen rato circulando, el sol ya estaba poniéndose cuando lleguemos a una nave abandonada en mitad de un gran campo.
Entre dos hombres me llevaron dentro, para que conociera al tal "Tololo".
Un hombre alto, con una gran cicatriz en su rostro, mirada fría y calculadora y su voz era ronca.
El tal "Tololo" se paró delante mío, se encendió un cigarrillo y empezó a darle caladas sin apartar sus ojos de mí.
Tiró el cigarrillo medio y de nuevo se dirigió ha mí.

— Entonces tú eres el nieto del gran impostor.

— Porqué no buscas a mi abuelo y a mí me dejas en paz.

— ¡¡!Shuusshhh!!! Tú vas ser quien traiga a Damián ante mí.
Quiero tenerlo cerca para exigirle que me devuelva lo que es mío. Los negocios son los negocios y no permitiré que me robe lo que me pertenece.

QUERER, NO ES OBLIGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora