Capítulo 1: El Arroyo

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A/N: Mi primer fanfiction publicado en este sitio, ubicada luego del Episodio 2 "Suffer the Children". Estoy enamorada de esta pareja y no pude evitar la inspiración para escribir sobre ellos. Lo mío definitivamente son los temas mature. Es una historia más bien corta, pero dependiendo de la respuesta que reciba este trabajo publicaré el resto. Planeo traducirlo al inglés.  

Lo estaba haciendo otra vez. Escondiéndose, como un tonto. Comiendo solo y apartado del resto.

Se limitaba con observarla de lejos, de esa manera que provoca silencios incómodos y malos entendidos. A Clementine.

Louis guardaba un secreto. Le resultaba intoxicante. Ya no tenía a su mejor amigo para desahogar sus asperezas. Tampoco podía refugiarse en las bromas. Y quería hacerlo, ¡cómo quería ocultarlo! Quería tapar ese sentimiento que no lograba explicar, indescifrable. Algo parecido a lo sentido cuando besó a Clementine por primera vez, pero multiplicado por cien. No tenía a nadie que le explicara que se trataba de ese deseo que normalmente envuelve a las personas, y que no solamente se mantendría alojado dentro de sí, sino que además crecería.

¿Por qué tenía que haber estado allí, en ese momento? Había despertado algo. Algo que había permanecido aletargado por el desastre apocalíptico que vivían. Algo que podría haberse contenido con el ya cotidiano miedo a la muerte. Habría tenido éxito reprimiendo esa floreciente necesidad, de no haber sido por la maquinaciones azarosas de aquella vez.

...

Dos días desde que los saqueadores se habían llevado a Omar, Aasim, y Violet. La escuela ya no se sentía tan segura. Poco y nada se había descansado. Más aún, con Abel como prisionero, sin querer soltar una palabra de en dónde se encontraban sus compañeros. Tendrían que usar otros métodos, pero ya no se sabía en dónde estaba el límite, o siquiera si existía tal cosa. Añadido a eso, habían instalado trampas de todo calibre en el perímetro. Hasta pequeñas campanas atadas a cordeles para alertar de la proximidad de un extraño. Era poco probable que los saqueadores regresaran luego de que casi les costara la vida, pero no podían jurar que no volverían.

Los ánimos bajos y la escasa energía estaban causando estragos en el grupo. Estaban inmersos en una pésima combinación, y lo sabían. No importaba cuánto se preparasen para un eventual rescate, no durarían ni tres segundos si continuaban así. La más afectada era Clementine, que tenía que velar por dos. Fue por eso que, esa mañana, Ruby tomó la iniciativa para volver a autocuidarse.

—Clem, ¿estás ahí? —preguntó la pelirroja, golpeando la puerta.

—Sí, pasa. —respondió Clementine, quien acababa de despertar a AJ.

—Oye, vengo a invitarte aquí cerca, al arroyo. Tenemos que hacer una pausa y asearnos, o comenzará a afectar nuestra salud.

Desde luego, Ruby sabía de esas cosas. Y ahora que el grupo se había reducido, era más valiosa que nunca. Pero había un problema.

—¿Y AJ? —preguntó Clementine con preocupación.

—Puede quedarse con Tennessee. Está abajo, dibujando.

—¿Puedo ir, Clem? —intervino AJ.

—AJ, ¿recuerdas cuando te dije que los cuerpos de las chicas y los chicos son diferentes?

—No importa. No me molesta. —dijo el pequeño, generando risas.

—Sólo quédate, ¿está bien? No me tardo.

Ya junto al arroyo, el agua fluyente transmitió una sutil, pero significante paz. Una paz armada, podía llamársele, porque con una mano se quitaban la suciedad, y con la otra empuñaban un cuchillo. Ruby fue la primera en quitarse algunas prendas para empezar a asearse. Clementine la imitó, quedándose en ropa interior, pero no sabía bien cómo iniciar.

—¿Cómo...?

—Ve por partes. Puedes empezar por la cara, luego los brazos y el pecho. Te puedes ir vistiendo a medida que vayas progresando.

Clementine hizo lo que Ruby le dijo. Con el agua fresca su piel volvió a respirar. Suspiró de alivio cuando sintió esa capa de polvo desprenderse. Continuó, deseando internamente que la corriente se llevara lo más posible. Ya estaba abotonando su blusa de vuelta cuando una ráfaga de viento le jugó una mala pasada.

—Clem, tu gorra. —alertó Ruby.

—¡Mierda! —exclamó Clementine, dejando todo para salir corriendo.

Ágilmente fue atravesando la vegetación, decidida a no perder el único recuerdo de su familia. La gorra cayó sobre el agua, dificultando ser recuperada, pero se logró cuando Clementine se lanzó al agua y la tomó.

Victoriosa, volvió a la orilla, pero no llegaría lejos. No alcanzó a dar ni dos pasos cuando se encontró frente a frente con Louis. Fue entonces cuando todo se frenó. Quedó estupefacta, frente a un chico que, a juzgar por el conejo que llevaba sobre el hombro, había estado cazando. Olvidó de pronto la poca ropa que llevaba, y la brisa que entre sus piernas soplaba. Es que no podía hacer otra cosa. No con él ahí, descubriéndola con una mirada que no se atrevía a interpretar.

Louis sintió algo caliente virtiéndose en sus venas cuando reparó en la piel desnuda. Un fuego calcinante que lo paralizó de golpe. Él no existía. Se supo el ser más insignificante de la tierra. Si alguien hubiera querido derribarlo en ese preciso instante, humano o caminante, no hubiera opuesto resistencia alguna. No se percató de que sus ojos contemplaban anhelantes y que su boca cedía temblorosa. Y aunque fuera Clementine la que enseñaba sus piernas, el expuesto era él. Por primera vez, no sabía qué decir.

La respiración agitada de la chica tampoco ayudaba. Estaba igual o más tensa que él. El lioso momento tuvo su final cuando Clementine hizo uso de razón, se puso su gorra sin decir palabra alguna, y regresó con Ruby. Louis permaneció callado mientras ella se alejaba descalza por la orilla, y observó el caer del agua desde su pelo negro hasta sus hombros, empapándole la blusa.

Un suspiro pesado emanó de los labios del chico cuando se vio solo otra vez. Apoyó la espalda contra un árbol y cerró los ojos, abrumado por lo ocurrido. Evocó la imagen en su cabeza. Podía seguirla viendo desde allí. Las gotas que le corrían por el cuello, la ropa apegada, su indefensa timidez. Mojada completa. La contempló mentalmente una y otra vez. El modo en que su cintura se marcaba, la profunda curva que iba desde la cadera hasta los muslos, el extraordinario color de la piel. Y cuando ella extendió la mano para recoger su gorra, reveló sin querer algunas marcas antiguas, cicatrices de luchas pasadas. 

Hacía un tiempo que vivían juntos. Y por fin la estaba observando de verdad.

The best kind of trouble  [ClementineXLouis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora