--¡Vamos inútil!-- vociferó el corpulento hombre-- Debes limpiar antes de que lleguen los clientes.
--Si, si señor-- dijo tembloroso un niño de como de seis años-- Enseguida señor.
El pequeño comenzó a juntar la mugre de las mesas, bajo la escrutadora mirada del dueño del bar, sabía que cualquier error podía costarle la cena.
--Maldito bastardo-- murmuró el gordo antes de salir de la taberna.
Desde que ese niño había cumplido siete años, se había encargado prácticamente solo de la taberna. Solo por las noches, "Tujo", como le decían al dueño del bar, estaba ahí encargándose de juntar las pagas.
Por lo demás, era el pequeño Emilio el que mantenía todo en orden.
Aún así, el Tujo, no podía mas que detestarlo, ese niño era la triste prueba de la infidelidad de su esposa. Por veinte años había estado casado con esa mujerzuela y nunca había concebido un niño. Pero una noche ella desapareció y meses después ella estaba embarazada.
Cuando nació el niño, era obvio que por las venas de ese niño corría la sangre del barón, por eso, el dueño de la taberna, se había esforzado en convertirlo en lo que era.
Una figura sumisa y obediente, silencioso como una sombra y cubierto de mugre. Nadie jamás debía ver el rostro del Barón en el hijo de su esposa, su orgullo no se lo permitiría.
Emilio limpió pacientemente cada mesa del bar, luego barrió y arrojo al fuego la paja que cubría el suelo, para renovarla con paja limpia.
Cuando todo estaba limpio, entró corriendo y saltando, un niño que parecía tener mas o menos su misma edad.
Emilio, estaba detrás del rústico mostrador y cuando se giró para atender al niño quedó boquiabierto por varias razones. No muchas veces, el podía salir a jugar o algo así, no veía a otros niños muy seguido y la otra razón, era que aquel niño que tenía enfrente, era su replica exacta. La piel clara, aquellos rizos oscuros y los mismos ojos azules.
Parecían hechos por el mismo molde, la única diferencia, era que el otro muchachito era un poco más alto y se veía mucho mejor alimentado que Emilio.--¿Qué quieres?-- preguntó Emilio sin ánimos.
--Me ha dicho un amigo, que aquí tienen cosas buenas para comer-- dijo el niño expectante.
--Tenemos pan,manteca, dulce de cerezas y puedo traerte un vaso de leche-- dijo Emilio-- Pero debes saber que tienes que pagar.
Lazzaro rebuscó en su bolsillo y colocó suavemente, casi con veneración, una redonda y reluciente moneda de plata.
--¿Bastará?-- preguntó-- Es todo lo que tengo.
Emilio titubeó, aquello era muchísimo dinero, demasiado para estar en manos de aquel sencillo niño, temía que lo hubiera robado.
--¡Por supuesto que bastará!-- exclamó un hombre alto y sonriente entrando a la taberna--Y si falta pagaré yo.
--¿Señor Gian?-- preguntó Emilio-- ¿Vienen juntos?
--Así es-- respondió el caballero-- Hoy es el cumpleaños de mi amiguito y hemos venido a celebrarlo como adultos a esta taberna.
--Entiendo señor-- murmuró confundido el pequeño tabernero-- ¿Qué van a querer entonces?
--Pan con manteca y dulce de cerezas-- dijo Lazzaro emocionado-- ¡Y un vaso de leche!
--Lo que dijo él-- aseguró el caballero.
--Enseguida Señor-- dijo y corrió a la cocina. Pocos minutos después, estaba casi todo listo, pero mientras rebanaba el pan, se cortó parte de la piel de un dedo.
El muchacho lanzó un pequeño chillido casi inaudible, pero lo suficiente como para que sus clientes lo escucharan. Se envolvió el corte con un retazo viejo y le entregó la comida al Caballero.
Este lo observó sin decir nada.
Pero luego de que terminaron de comer, le pidió al niño que estaba con el que se fuera y lo llamó.--Ven muchacho-- llamó el caballero-- Sientate conmigo.
Emilio obedeció tímidamente.
--Ten-- dijo el hombre-- Te guardé un poco-- sonrió al extenderle el vaso con leche.
--Gracias señor-- susurró tomando el vaso entre sus dedos.
Emilio trató de disimular su emoción y comenzó a beber a sorbos.
--¿Qué te sucedió en la mano hijo?--le preguntó suavemente.
--Me corté rebanando el pan-- respondió fijando los ojos en la mugre del suelo y escarbando con el pié entre la paja, deseando que la tierra lo tragara.
--¿No se lo vas a decir a tu padre?
El niño negó efusivamente con la cabeza.
--¿El va a golpearte si se lo dices verdad?-- preguntó aquel hombre en voz muy baja.
El asintió sin decir palabra y aquel visitante salió de la casa.
Aquel niño no entendió demasiado, pero supo que unos minutos mas tarde, el hombre al que siempre había llamado padre, le ordenó salir de la taberna y seguir a aquel bondadoso caballero.
--Vas a trabajar para su esposa-- dijo sin más-- Y vas a vivir con ellos.
Emilio miró al Tujo e hizo el gesto de abrazarlo, pero aquel orgulloso hombre le dio la espalda al pequeño rompiendo su corazón.
El niñito corrió tras Gian y sin mirar atrás se dirigió a donde fuera que su destino lo guiase.
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Los Bastardos del Señor de Petra
Ficción históricaSólo eran niños. Sin tener ninguna culpa, fueron obligados a crecer respirando la basura de la sociedad feudal en que vivían. Pero así como los árboles mas fuertes son los que han soportado mas tormentas, ellos creceran y harán que el mundo sepa qu...