Epílogo

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LOYD

5 years later

- ¡Alexei! – grito a la distancia, observando como mi hijo juega con la arena de la playa. – ¡Quédate en la orilla! – mi hombrecito sonríe, mientras salpica un poco de agua salada de la mar.

La cálida pero agresiva brisa provoca que uno de mis libros, vuele y comience a rodar por toda la arena, ensuciando aquellas páginas limpias.

- ¡Demonios! – maldigo, caminando con frustración hacia mi preciado libro.

Una figura bastante delgada se interpone entre mi libro y yo, ganándose una mirada molesta de mi parte.

- ¿Perdone, es este su libro? – cuestiona la mujer con cierto coqueteo meloso, al encontrar mis ojos, rápido reacciona y sonríe abiertamente. – Oh, dios ¡Soy su mayor fanática!

La chica toma el valor de abrazo, tomándome por sorpresa y apartándola al instante.

Ella se levanta, avergonzada y murmura una disculpa, entregándome mi libro.

- Siempre ha sido mi sueño conocer al autor de Almas Gemelas. He leído la segunda parte y me ha encantado al igual, no sabe lo honrada que me siento al tenerlo ante mí. – su confesión no causa nada en mí y asiento con la cabeza, gestionando un adiós seco, para luego caminar hacia donde mi hijo.

La sorpresa llega cuando no lo encuentro en el lugar donde lo deje, jugando.

¡Mierda!

- ¡Xei! – grito, asustado. – ¡Hijo!

No encuentro señales de mi hijo en ninguna parte y la desesperación comienza a actuar en mi cuerpo.

- ¡Papi! – escucho su respuesta y suspiro de alivio.

- ¡Loyd! – saluda Max, en cuanto lo encaro.

- ¡Maldito cabrón, no te lleves a mi hijo así, pedazo de mierda! – Max cae al suelo, sobándose la cara y a su lado, llega Liz, cargando a la tierna Melanie, su hija.

- Te dije que era una mala idea, amor. – responde esta, posando a Melanie sobre la manta. – Ya quiero ver la cara de Sedrick cuando te vea.

- Liz, por favor. – ruega Max, avergonzado. No obstante, llegan los Rivaldo, curiosos por la magnífica escena que está dando mi amigo.

- Eh, marica. – le llama Sedrick. – Levántate.

Moira y Daniel se miran entre sí, riendo y abrazando a su nieto.

- ¡Buela! – grita Alexei, emocionado.

- ¿Y yo, pequeño? – cuestiona Daniel. – ¿Quién soy?

- ¡Dani! – grita en respuesta.

Daniel frunce el ceño y niega repetidas veces.

- No, soy abuelo.

- Dani.

- Abuelo, hijo.

- Dani.

- ¡Ay, no puede pasarme esto a mí! – grita el hombre con pena, mientras los demás nos dedicamos a reír. – ¡No se rían, ingratos!

Tres años han pasado, tres años donde en mi mente y en mi corazón, solo ha habido espacio para Michelle.

Para ella.

Años donde tuve que sentarme con mi hijo y explicarle que su mami tardaría en llegar a casa. Tiempo donde lloré y reí, ensenándole a mi hijo como ir al baño o como lavarse los dientes.

Almas Gemelas (A.G #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora