[04]

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—Dios, solo mírate. Con el pelo revuelto y la cara manchada, casi eres lo más triste que he visto en mi vida. ¿Has tocado fondo, Zoe?, ¿estás asustada?, dime que no te atrae la idea de acabar con todo...

Dallas no podía explicar sus emociones al recorrer con lentitud la vena de la delicada chica que tenía enfrente, como sentía su pulso dispararse en su frágil muñeca. Sabía apreciar la belleza oculta en la tristeza, era de los que disfrutaban con los corazones rotos, incluido el suyo. Podía ver el miedo reflejado en los ojos de Zoe y eso le excitaba. Miró fijamente sus labios hinchados por el llanto queriendo darles un mordisco solo para que comenzara a llorar de nuevo.

La chica retiró el brazo y retrocedió hasta notar la pared en su espalda para alejarse todo lo posible.

— No...— dijo apenas en un murmullo.

— ¿No? ¿seguro? Porque no me vendría mal un poco de diversión–Zoe cerró los ojos y dos nuevas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, se sintió enferma solo de escuchar algo tan cruel. Volvió a negar con la cabeza.— Qué pena. Entonces dime, si ese no eran tu plan ¿qué es lo que estas haciendo aún sin arreglar?

— Yo... yo no tengo ganas de salir...

El chico dejo escapar una risa suave que Zoe encontró perversa. Sus dientes eran blancos y perfectos.

— Juraría que sí al ver la maleta. Y ahora vístete.

— No, por favor Dallas, no quiero...

— No quieres pero lo harás, porque yo tengo dinero y a ti te hace falta. Y luego cuando tal vez no quiera llevarte me suplicarás que lo haga. Te descuento cien del alquiler si estas lista en media hora, doscientos si son quince minutos.

Zoe levantó la cabeza al escucharle y se mordió la mejilla, ¿debía arrastrarse por dinero delante de alguien como él? Si, sin duda por ellos haría lo que hiciese falta.

— ¿Me pagarás por acompañarte?

— Si.

— ¿Solo por acompañarte?

—Maldita sea, si.

— No quiero que me lo descuentes, lo quiero ya y en metálico— Zoe intentó sonar segura pero su voz apenas era un susurro tembloroso, se levantó limpiándose las lágrimas de las mejillas y se plantó frente a él haciendo acopio de una valentía que sinceramente no sentía.

— No te fías de mí, ¿es eso?

La chica pareció pensárselo y asintió con la cabeza. A Dallas le crispó los nervios, debería aprender a mentir. Sabía que si no le interesaba que se lo descontara del alquiler era porque no pensaba seguir en esa casa el próximo mes, pero no podía estar más equivocada. Cuando viera lo que tenía pensado para ella no se podría negar, era la solución a sus problemas y un gran beneficio para él.

— Como sea— dijo girándose — te quedan veintisiete minutos.

— Dallas, ¿me prestas mis zapatos?

Clavó la vista en la chica que salía de la habitación diez minutos después con él vestido blanco que había dejado listo para ella en la cama. Era ajustado y se anudaba en el cuello con un gran escote en la espalda. Marcaba todas y cada una de las curvas de su cuerpo y le llegaba por las rodillas, era sexy pero recatado, parecía un ángel porque así es como debía ser de momento.

Zoe buscó a Dallas con la mirada en cuanto salió aun terminando de hacerse un moño informal en el cabello. Se mordió la mejilla cuando le localizó apoyado en la cristalera todo vestido de negro y con un cigarro en los labios, parecía el mismo diablo.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora