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Carla
Una capa de sudor cubre mi frente.
Mis manos, mi cuerpo temblaban inconsciente contra las sábanas. Tengo que sentarme en el borde de la cama y tratar de calmarme. Mi cuerpo entero parece ser sacudido como si un río torrentoso me arrastrara por fuertes corrientes. No comprendo qué ocurre, ¿qué me está pasando?, ¿por qué estoy así?
¿Y si han vuelto las pesadillas?
Sólo pensar en eso provoca escalofríos en mi cuerpo. No quiero más pesadillas. Las quiero lejos de mí. Cuando pude tranquilizarme un poco, me levanto con cuidado. Un leve mareo me hace tambalear, por lo cuál me veo en la obligación de regresar a la cama y sentarme. Cierro los ojos esperando unos minutos entre respiraciones profundas, y jadeos. Entonces lo vuelvo a intentar, me levanto y camino hacia el baño con pasos lentos y cuidadosos.
Me veo realmente fatal frente al espejo del baño. Mi reflejo está irreconocible bajo esas ojeras, ese color pálido, y esas mejillas hundidas. Mi cuerpo se ve delgado. Más de lo normal y eso me asusta. Nunca me vi así. Parezco una muñeca de trapo que se puede romper en cualquier momento. Casi negándome a creer lo que veo me enjuago la cara con agua fría, pero al abrir los ojos descubro en mi cuello marcas en color rojo vivo y morado. No comprendo que hace eso ahí, y mucho menos sobre mis pechos también.
Apago la luz del baño y regreso a la habitación. Son las tres de la mañana. No tengo sueño, y no puedo dejar de pensar en esas marcas, así que decido salir de la habitación para ir a la biblioteca. Camino por el largo pasillo y entro por una puerta. El aire que se siente en la biblioteca es distinto a las demás habitaciones. El olor a páginas nuevas, cartoncillo y polvo se mezclan en el aire picando mi nariz.
Mi novia dice que es una obsesión que tengo por los libro. Solo digo que es bibliofilia; un suave amor por los libros.
Reviso uno por uno los grandes, anchos y casi interminables estantes, en busca de algo, intentando encontrar algo que pueda ayudar a calma mi insomnio. Busco alfabéticamente, y sonrío cuando al fin lo veo. 'El diario de Ana Frank' Regreso a mi habitación, y me doy cuenta de que ha empezado ha llover. Los razón iluminan el oscuro cielo, y las calles nubladas. Son pocos los autos que transitan por la calle. Y entonces algo cambia, doy un salto leve en la cama. El escalofrío recorre mi cuerpo dolorosamente. Alguien ha tocado la puerta principal de la casa.
Me levanto, y salgo de la habitación mirando la hora en mi celular. Cuatro de la mañana. ¿Quién podía ser a está hora?
—Señorita... —Levanto la mirada de mi celular y veo a la señora Ana salir de la cocina envuelta en una bata blanca. —¿Qué hace despierta?
Intento decir algo, pero el timbre de la puerta principal vuelve a sonar. El miedo es evidente en mi rostro y siento que voy a caerme en cualquier momento. Estoy temblando demasiado.
—Iré a ver quién es. —Quiero protestar, pero ya es demasiado tarde.
La puerta desde mi posición no se aprecia.
—Señorita Williams. —Escucho decir a Ana.
—Lo siento. Dejé las llaves... —Es Lauren. Está empapada, toda su ropa se ajusta a su cuerpo y gotas caen mojando el suelo. Entonces sus ojos me miran, y frunce el ceño. —¿Carla?, ¿qué haces despierta a esta hora?