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Carla
Ha pasado una semana después del incidente en el hospital. Eduardo tuvo que recurrir al banco de sangre, debido a una hemorragia nasal que se me presentó. El resultado; cama unos días más, sin tener oportunidad de levantarme a no ser de ir al baño, aunque, según Lauren, ella puede llevarme, y es que se a tomado unas ligeras vacaciones para cuidarme.
Va en serio, y es tan vergonzoso.
Jane afirma que los cuidados son necesarios a pesar de mí evasión; me veo más pálida, cansada y un poco adolorida... los efectos de la enfermedad poco a poco se están mostrando en mí, y ni hablar de mi delgadez... Lauren ya tiene que meterme la comida a la boca por obligación, ya que mi apetito no sé dónde ha quedado. Por otro lado Sofía, que ahora vive con nosotras, no para de echarse la culpa por lo ocurrido y es que Lauren no ayuda tampoco, todavía sigue algo molesta.
—¿Puedo pasar? —Aquella pregunta me hace sonreír. La chica de baja estatura y muy tímida entra a la habitación.
—Claro. —Sofía aún está recuperándose, las marcas ya no son tan visibles en su cara, y realmente deseo que se vayan. Verla así me trae malos recuerdos, una vida pasada que trato de olvidar; una vida de sufrimiento y dolor. Nada fácil para ella tampoco.
—Te he traído algo de comer. —Informa al dejar la bandeja sobre la cama. Las bananas sobre el cereal y la tasa de chocolate caliente me hacen sonreír. Es una chica muy dulce.
—No es necesario.
—Sí, es necesarios. Estoy viviendo en tu casa, al menos déjame ayudar.
Los resultados de la prueba de ADN arrojaron pruebas contundentes de que es mi familia, o mejor dicho mi hermana. Resulta que mi madre tuvo otra hija y yo no estaba enterada de eso.
—Gracias. —Sofía sólo se encoge de hombros mirando a su alrededor. —¿Puedes sentarte a mi lado? —Pregunto con suavidad, mirando sus pequeñas facciones y eso grandes ojos color marrón. Se ruboriza, y esconde la mirada ante mi escrutinio.
—Yo no...
—Por favor. —Le pido. Sofía observa por un momento el lado de mi cama, y termina sentándose allí, intento no incomodarme, pero realmente necesito tenerla cerca.
El silencio invade la habitación. Sofía juega con sus dedos, nerviosa, temblando en ese pequeño espacio. El silencio es tan pesado, que sólo escucho suspiros y nuestras respiraciones. No puedo creer del todo que seamos hermana, y que esa mujer que dice ser mi madre se haya tomado su tiempo para volver después de tanto. Observo a la chica junto a mí, es muy parecida a mi padre, su nariz, sus pequeños labios y sus mejillas. No puedo creer que un rostro angelical tenga rastros de ese hombre que alguna vez llame papá. Tomo su mano y le doy un ligero apretón, tiembla, y ciertamente eso no me gusta.
¿Qué te han hecho?
—¿Han llamado?
Niega.
—He dejado el celular en casa. —Parpadea, y las lágrimas caen de sus ojos.
—Está bien.
Vuelve a negar.
—Vendrán a buscarme. —Susurra, temblando aún más. —Ellos me matarán.
—Eso no pasará. —La abrazo contra mi cuerpo. —No voy a permitir que te lastimen.
—Pero...
—No dejaré que te lleven. —La interrumpo, rodeando su pequeño cuerpo e indefenso. Al principio es extraño, tener ese cariño, ese sentimiento de amor hacia alguien más, la paz con alguien que apenas conoces, y que resulta ser tu hermana que nunca has visto.