Capítulo 16

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La única persona que necesitas en tu vida, es aquella que te demuestre que te necesita en la suya”

Y allí estaba, abriendo los ojos mirando hacia el techo, sin saber cómo, pero sabiendo por qué. Katerine apenas se había despertado, y ya pensaba en esa noche, una noche que, aunque no fuera consciente, le cambiaria parte de su vida. El despertador la despertó, pero ese día ni el sonido de este le hizo perder las ganas de levantarse, le pareció hasta bonito. Quizás era por la felicidad que le invadía. Quizás era el reflejo de recordar aquella frase que leyó la última noche:

Todo se reduce a la última persona en la que piensas por la noche. Ahí es donde está tu corazón.”

Ahí estaba el suyo. A metros de distancia, volando por su ventana, atravesando el jardín y atravesando la ventana de la casa Elgort, subiendo por las escaleras y picando en la habitación de Harry, que le abría con los brazos abiertos y lo cogía sin hacerle daño. Ahí era dónde su corazón permanecía, pero a pesar de que no lo sintiera, o por otro lado, lo sintiera demasiado fuerte, Katerine se sentía viva. Ella sabía que ese día se le pasaría muy lentamente, eterno. Y es que, cuando realmente deseas algo que está a punto de llegar pero aún no ha llegado, los segundos parecen horas interminables.

Y, efectivamente, el día para Katerine fue insoportable, pero afortundamente había llegado la noche, después de haber estado jugando a la Play con su padre, haber jugado a fútbol con su hermano y haber hecho la comida con su madre. Quisiera o no, Katerine había hecho todo eso para no ponerse más nerviosa de lo que estaba, y en cierto modo, para que su familia no lo notara. Se duchó, se peinó, vistió y maquilló tan bien cómo pudo. Se puso la colonia Lady Rebel. Cogió un bolso, y decidió coger preservativos por si surgía algo. Los tenía guardados por qué se los habían dado en diferentes charlas del instituto, no porque realmente los hubiera necesitado. Pero, mira por dónde, a partir de esa noche habría uno menos en su cajón de la ropa interior.

-Hija, ¿dónde vas?-Preguntó Romy, abriendo la puerta de su habitación.

-He quedado con Anne para dar una vuelta, mamá.

-¿Y a qué hora llegaréis? Porque nosotros vamos con la familia Elgort a cenar por ahí.

-Ahora lo entiendo todo-Dijo Katerine hacia sí misma.

-¿Qué, hija?

-Nada, mamá. No sé a qué hora llegaré, quizás hasta me quede a dormir a su casa.

-Está bien, pero dime algo cuando lo sepas. Y vigila. Nosotros nos vamos, te queremos.-Dijo la madre de Katerine.

-Os quiero- Respondió ella.

El hecho de que su madre le hubiera aclarado que la familia Elgort no estaría en casa esa noche, la terminó de aliviar y tranquilizar del todo. Terminó de arreglar su habitación, cogió las llaves y respiró hondo: había llegado el momento.

Se dirigió hacia casa de Harry. Estaba realmente nerviosa, pero por otra parte se moría por verlo y tenerlo con ella. Fue a picar, pero se dio cuenta de que la puerta estaba un poco abierta, así que pasó.

-¿Harry?- Dijo, sin recibir respuesta alguna.

De repente, miró hacia el suelo. Eran velas puestas uniformemente, con pétalos a su alrededor. Caminaba por ese ancho pasillo intentando no desmontar nada, sonriendo. Avanzaba sabiendo el camino, pues ya había estado en casa de Harry días antes. Llegó al comedor, y allí no supo que hacer: le seguía invadiendo la felicidad. De pronto, sintió unos brazos rodeándole por detrás, y segundos después, unos labios besando su mejilla. Katerine se giró, y lo abrazó. Katerine sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo, que le recordó, de nuevo, lo nerviosa que estaba. Se miraron durante un instante. Sonrieron. Harry la cogió de la mano, y la llevó hasta la mesa. Cogió su silla, y le hizo sentar. Katerine respondió con un “gracias, caballero” acompañado de una risa tímida. Él llevó los platos a la mesa, tenían muy buena pinta.

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora