U N O

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La protagonista esta a oscuras, privada de luz,

Acompáñala.

 ¿Recuerdas cuando te expliqué que los piratas utilizaban parches para mantener un ojo habituado a la oscuridad? Quería prepararte para este momento, ¿lo has puesto en práctica? Porque la luz de a tu alrededor ha desaparecido

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¿Recuerdas cuando te expliqué que los piratas utilizaban parches para mantener un ojo habituado a la oscuridad? Quería prepararte para este momento, ¿lo has puesto en práctica? Porque la luz de a tu alrededor ha desaparecido. La electricidad brilla por su ausencia.

Espero que hayas puesto tu teléfono a cargar como, también, te aconsejé. En ese instante, mis palabras solo buscaban ayudarte, tenerte lista y atenta; pero mis frases siempre pasan desapercibidas por tus oídos, ¿no es cierto?

Parpadeas para acostumbrarte a la oscuridad y te refriegas los ojos. El cambio ha sido muy abrupto y te molesta. Enciendes la linterna de tu teléfono y observas a los lados, confundida. Aún estás en tu sofá con la computadora sobre las piernas, estabas viendo una serie online y, también, se te cortó el Internet. La reproducción se frenó en el peor momento. Te fastidias por el corte abrupto que tuvo la escena, era el clímax del episodio.

Lo siento. Es mi culpa.

Te envío un mensaje, luego otro y otro. Te paras con un brinco del sillón y tiemblas a causa de las notificaciones. Susurras que debes estar soñando y tu celular vuelve a sonar. Me ignoras. Todos mis mensajes llegan a destino, entonces ¿por qué no me contestas? ¿Tienes miedo? No te preocupes, aquí estoy para protegerte. Solo tienes que hablarme, confiar en mí.

Apoyas el teléfono sobre una mesa ratona de cristal. Dejas que te ilumine, mientras te acercas a las ventanas y tratas de abrirlas. Ni siquiera lo intentes, no se moverán. Es un pequeño precio a pagar por vivir en la zona rica y tener una casa automatizada. Es mejor que sea así. Puedo protegerte de los peligros que puedan existir afuera.

Frunces el ceño y te fastidias. Te tocas el pecho preocupada. Puedes ver que los rociadores de los vecinos de la casa que está al frente funcionan. También, hay electricidad en la de al lado. La abuela que vive ahí dejó el farol, que está en su jardín, encendido a pesar de que es de día. Preguntas en voz alta qué sucede. Me imagino que piensas que los empleados de mantenimiento vendrán rápido.

La pantalla de tu teléfono se enciende abruptamente. El aparato comienza a vibrar y ocasiona un ruido sordo que irrumpe en el silencio de tu hogar. La linterna comienza a titilar y te avisa de la llamada entrante. Gritas por el susto y yo sonrío. ¡Eres toda una niña! No me imaginaba que fueras tan sensible a este tipo de situaciones.

Te siguen llamando y no soy yo, ¿atenderás?

Y, sí. Obviamente, lo haces. Porque es él. Puedo ver tu pantalla replicada en mi computadora. Me siento un poco decepcionado por tu actitud, pero es entendible; yo cometí el error de no llamarte antes. No te sientas mal, no te culpo.

Veo el vestigio de tu sonrisa ladina antes de atenderlo y siento que me derrito. ¿Por qué eres tan hermosa? Él te pregunta qué estás haciendo, pero lo hace solo por cordialidad. Tú le explicas sobre tu situación y, sin embargo, finges desinterés. Simulas ser fuerte y le restas importancia, como si fuera algo normal que se haya ido la electricidad solo en una casa del mejor barrio cerrado de la ciudad.

Es tan obvio que él te quiere usar, apuesto que algo te pedirá. Y, en efecto, lo hace. Te pregunta si le puedes enviar tus apuntes sobre una materia y accedes sin siquiera dudarlo. A veces, eres tan buena que siento que no te merezco.

—¿Estás libre? Porque ahora cuando vuelva la luz puedes venir a buscarlos y si quieres podemos comer y mirar alguna película... —tu voz sale como un ronroneo que pide atención y me pregunto porque no es así cuando me hablas todos los días.

Él te responde que no puede, que tiene planes y que en un rato debe ir a trabajar. Yo puedo asegurarte que eso es mentira. A él no le interesas y prefiere jugar con otras. Te sugiero que te alejes, yo he visto lo que hace y cómo las utiliza. Las he escuchado llorar, he sentido su sufrimiento.

¡Aléjate, aléjate, aléjate! No te merece ni te quiere. Yo, al menos, aunque no le llegue a los talones, he volcado mi vida entera en ti.

 Yo, al menos, aunque no le llegue a los talones, he volcado mi vida entera en ti

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Nota de autora:

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