O C H O

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La pantalla de tu teléfono se vuelve blanca, ¿te habías olvidado de mí? Aquí estoy, aquí sigo, y no permitiré que vuelvas a ignorarme

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La pantalla de tu teléfono se vuelve blanca, ¿te habías olvidado de mí? Aquí estoy, aquí sigo, y no permitiré que vuelvas a ignorarme. Tu celular comienza a vibrar de manera irregular e incontrolable. Solo quiero llamar tu atención. Tú estás a punto de soltar el aparato del susto, quieres que pare, que frene.

Comienzan a aparecer letras desordenadas en la pantalla, ¿puedes leer lo que dice? Es un mensaje solo para ti. No me ignores.

—Por favor, detente —susurras al teléfono, como si supieras que tu acosador te escucha. Suplicas, ruegas, insistes, te regalas.

Ahora, la luz de tu teléfono se va, no responde a tu tacto. La pantalla se pone negra y se oscurece. Pronto, le doy paso a una imagen borrosa que al principio no logras comprender. Frunces el ceño, confundida, piensas que será algo morboso típico de película cliché de horror. Pero te equivocas, la realidad es peor.

Al principio, no es más que un borrón verde y negro, una mancha que se mueve con lentitud. Poco a poco, comprendes que lo que hay es una silueta femenina que está acurrucada en el piso, igual que tú. Extiendes una mano, la silueta te imita, al instante, como si fuera un espejo.

Tus susurros desquiciados se transforman en un grito irracional cuando te das cuenta de que hay una cámara que te acecha. Y está en tu propia habitación. Además de hermosa, eres inteligente. Sabes que si estoy mostrándote el video en vivo de mi cámara nocturna, es porque la he estado utilizando para monitorearte.

Miras a todos lados, a las esquinas del techo, a las paredes. Comienzas a caminar, primero con lentitud, para luego dar paso al desenfreno. Desmontas cuadros, lanzas almohadones al suelo, destiendes tu cama, te subes a ella y buscas. Buscas, buscas, buscas algo que no encuentras. Creo que las películas que tanto amas te han cegado, la vida rara vez es como un film. Te estás volviendo loca, ¿verdad? Sientes que todo lo que haces es un acto inútil y sin sentido. Estás nerviosa, histérica, harta, pero el miedo es lo que prevalece. La desesperación te corroe y ya no sabes qué más hacer. Cada paso que das no sirve para nada, piensas que eres la presa de algún degenerado. ¿Te pedirá dinero, fotos, sexo? ¿Qué podrá querer de ti esa persona tan malvada? ¿No?

Pobre criatura, tan frágil y bonita. El miedo te ha fatigado tanto que ya no puedes ni andar. La resignación te visita y su sabor amargo se instala en tu boca. ¿Lo sientes? Yo lo saboreo cada día de mi vida.

No obstante, un chispa parece que se enciende. Por fin piensas, ¡después de tanto tiempo! ¡Sabía que tenías cerebro! Abres tus mensajes y tipeas sin fuerzas. Siento la vibración de mi teléfono junto a mí, y muerdo mi labio pensando en lo aterrada que estás, y tu necesidad de ser ayudada. Por fin haz pensado en quién está aquí para ayudarte, en quién tiene experiencia con estas cosas.

Por fin, servirá para algo.

[Alguien me está acosando.]

No me hace falta abrir el mensaje, lo veo en tu pantalla. Me relamo.

[Un hacker.]

Rio, esa palabra siempre me ha parecido peculiar. Con toda honestidad, me siento halagado. Hacker es demasiado para mí, yo nunca he sido más que un aficionado a la tecnología, un amateur que sabe aprovechar las oportunidades.

[Tiene cámaras.]

Sí, eso es. Adivinaste, al menos, que existe más de una. Supongo que ya sabes que no tienes escapatoria. Te tiene... te tengo... acorralada.

[Me está viendo.]

Mi pecho se infla de orgullo y espero. La paciencia se me da bien, sobre todo, cuando sé que la recompensa valdrá la pena. Cuento en voz alta, con los dedos, sin dejar de ver tu silueta. Actualizas la aplicación de mensajes una y otra vez, te aparece que me llegaron, pero no los he abierto. Estás desesperada, ¿qué harás?

Ay, mi cosa preciosa del universo, que sea un nerd inútil no me hace tener que estar siempre a tu disposición. ¿Verdad? ¿Qué se siente quedar en el segundo plano del otro? ¿No ser importante y ser usado solo para tu beneficio?

Sí, así es. Bienvenida a mi vida.

[Por favor... Esto es importante.]

Lo leo. Me relamo con más intensidad. Ahora, estás escondida en un rincón qué crees ciego. Te abrazas a tus piernas y no puedes hacerte más pequeña porque la física natural te lo impide.

[Por favor... Te lo suplico.]

Un sollozo. Dos sollozos. Tres sollozos. Y, luego, el llanto incontrolable. Mentiría si dijera que no me partiste el corazón. Decido que ya es suficiente y te respondo. Has esperado lo suficiente.

[¿Qué? Tranquila. No entiendo nada de lo que me dices. ¿Qué sucede?]

Te pasas la mano por la cabeza con frustración y te secas las lágrimas con los puños. Piensas qué responderme para que te entienda pero no sabes cómo empezar. Tienes miedo que no te crea, lo sé porque comienzas a escribirlo en un mensaje; pero antes de enviarlo, te arrepientes y lo borras. Tecleas varias respuestas y como no te entiendes ni a ti misma, gruñes y le pegas a la pared con fuerza.

—¿Por qué soy tan idiota? —murmuras con impotencia.

No lo eres, preciosa. Yo lo sé. Vuelves a centrarte en tu teléfono y escribes, esta vez, el mensaje definitivo:

[¿Puedo llamarte? Esto es muy importante.]

Lo leo y solo sonrío.

Lo leo y solo sonrío

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¿Me miras?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora