¿Qué ocurriría si una tarde, mientras estás sola en tu casa, te quedas sin luz?
Primero, supondrías que es un corte normal, ¿cierto?
Pero, te aseguro, que esta vez no es así.
Porque estoy yo.
Aquí, contigo.
Cuando no hay nadie más está a tu lado.
I...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El tono especial que te he puesto en mi celular, suena por primera vez. Estás al borde de la locura, mi estado favorito, cuando puedo encontrarte más débil y susceptible a mis acciones. Me aclaro la garganta y tomo agua, relajo mi postura en la silla. Me tomo en serio mi papel y, aunque no me veas, pongo la expresión más noble que mi rostro ha conocido.
—Por favor, necesito tu ayuda. —Estás agitada, veo como tu pecho sube y baja con tus jadeos y siento un cosquilleo—. La electricidad, la cafetera. Es alguien, fue alguien. Hackeó la casa, me está viendo. ¿Y si está aquí? ¿Qué hago?
Comienzas a llorar y tengo que hacer acopio de toda mi energía para proceder con mi actuación y no quebrarme contigo. Me puedes más de lo que imaginas. Tienes la voz entrecortada, yo finjo como si hubiera estado concentrado en algo importante y no puedo tomarte el hilo de lo que me cuentas.
—¿Qué? —suelto, con un tono condescendiente que te desespera un poco más.
Te apresuras a contarme todo entre sollozos. Me explicas todo entre detalles, hasta las cosas bochornosas y cómo estás arrepentida por haber sido tan estúpida. Te doy mis mejores palabras de aliento e intento calmarte. Al principio, me muestro un poco escéptico, solo para darle realismo a la situación y que no parezca que te creo tan pronto. No obstante, poco a poco te enseño que me persuades y que confío plenamente en ti; esta es la parte del plan en donde entiendes que soy tu ángel guardián. Tu protector. Tu héroe.
—Hey, no te preocupes. —Mi voz adopta esa calidez que tanto he querido darte durante todo este tiempo—. Voy a hacer que se detenga, no sé como pero lo haré. ¿Está bien?
—¿No piensas que estoy loca? —preguntas, como una niña pequeña que dice haber visto un fantasma y nadie le cree.
—Jamás dudaría de ti. —Te veo sonreír y yo también sonrío. En el fondo, de tus altavoces vuelve a salir ruido blanco. Tengo que recordarte que la amenaza aún está presente, necesito jugar bien mis cartas para ser el héroe de esta historia.
Pienso en cosas sencillas que pedirte, algo que suene lo suficientemente complicado como para que parezca real. Te pido el serial de tu módem de internet y la marca de tu sistema de seguridad. Me dices que no sabes dónde encontrar el serial y que está todo oscuro. Te guío con paciencia, te recuerdo que puedes usar la linterna de tu celular y te explico cómo buscarlo.
—¿Puedes esperar un momento? Me caí y me duele mucho el tobillo.
—¿Cómo? ¿Qué te sucedió?
Me cuentas sobre tu accidente y te consuelo. Te pregunto si tienes algún analgésico o algún antiinflamatorio la hinchazón y el dolor, pero no sabes. Crees que sí. Te sugiero que cuando puedas, tomes algo y te vendes. Me dices que sí, que lo harás y me agradeces por mi preocupación. Vuelvo a sonreír, esta vez con calidez.
Abro un procesador de texto y te coloco en altavoz, tecleo como maniático letras sueltas, para lograr un mejor efecto de suspenso. Un chirrido te aturde y gritas, ¡lo siento! Tenía que asegurarme de que creyeras que estoy haciendo mi trabajo.
—Ahora, la luz verde se pondrá azul. ¿La ves? —pregunto con un tono preocupado que te dice que quiero saber si hice bien mi trabajo.
—Sí, está parpadeando. ¿Es normal?
—¡Perfecto! Ahora...
Unas cuentas peticiones extrañas más, efectos varios de iluminación y algunos de audio. Te pido que controles un par de cosas más, algo con la térmica de la luz y con los cables que están detrás de tu televisor. Tú me ayudas y juntos hacemos un excelente trabajo en equipo. No hace falta mucho más para que te comas el teatro.
—No sabía que, también, eras hacker —dices, para ti, pero, ¡oh!, te escuché. Quiero preguntar qué crees que soy, sin embargo, no es el momento: preparé algo mejor.
—Por ti, seré lo que tú quieras. —Esbozo una sonrisa ladina, sé que no me ves. Mi voz salió con la entonación que deseaba gracias a ello.
Escucho cómo tu respiración se entrecorta al reconocer una frase de tu película favorita. Si tenías dudas para saber qué conozco todo de ti, espero que esto te lo haya demostrado. No sabes qué decir y optas por dejar escapar una risilla de asombro.
Carraspeas, incómoda:
—¿Y con las cámaras? ¿Qué puedo hacer? —Vuelves a traer el tema a colación.
—¿Quieres que te ayude a buscarlas? Podemos ver si encontramos alguna y desactivarlas... juntos.
Dudas. Te apartas el teléfono del rostro y miras la hora. Bajas tu cabeza compungida y niegas con resignación.
—Ya es tarde, no podrás. Ya no dejan ingresar visitas a esta hora...
Y es cierto. La noche ya ha caído y avanzó. La oscuridad de tu hogar se refleja en las calles.
—No, me refería con una videollamada. Estoy seguro que si me muestras algunos sitios puedo encontrarlas. —Cuando fui, dejé todo preparado para este momento, una en el aire acondicionado, otra debajo del televisor, la nocturna del marco de tu puerta en el dormitorio—. No creo que sean expertos los que hicieron estos.
—No entiendo. ¿Quién habrá hecho esto?
—Algún imbécil de un servicio técnico. Aire acondicionado, luz, quién sabe. Solo una mente retorcida podría idear algo tan macabro.
—Igual... ¡está todo oscuro! —Tu voz se vuelve a quebrar, la desesperación te quiere corroer otra vez—. No podrás ver nada.
—Tranquila, eso está casi resuelto. Necesito tu contraseña de la casa para tratar de ingresar remotamente.
—¡Oh! ¿De verdad puedes hacerlo? —Me rio
—Claro, trataré de meterme en el sistema operativo de tu casa para encender las luces.
Estás asombrada, maravillada, alegre. Tu semblante ha cambiado. Te ves radiante, vuelves a ser la de siempre. Me pasas la información que te pido y me oyes teclear. Algunas luces comienzan a parpadear, chillas del susto.
—Está funcionando. —Tu tono de voz es magnífico, me hace sonreír—. Wow... No sé qué decirte, gracias.
—Sabes que haría esto y más... —Digo serio, altruista, con pasión. Hago una pausa, tu respiración se acelera—. ¿Y bien? ¿Comenzamos?
De pronto, tu casa deja de estar a oscuras. La luz te visita. Sonríes. Una lágrima de alivio comienza a deslizarse por tu mejilla.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.