Día 1: Poder

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Había algo que a Sting le había costado años aprender, siempre había sabido que el poder iba a hacerle una persona respetada y poderosa, pero eso no le hacia necesariamente fuerte. Rogue había presenciado las innumerables caídas de Sting a consecuencia de ello, pero parecía no querer ver que el poder no eliminaría su debilidad, que necesitaba fuerza para poder enfrentarse y aprender a vivir junto a sus debilidades.

La primera vez que fue capaz de ver aquello fue su derrota frente a Natsu, en aquel momento se vio débil, humillado, un inútil incapaz de cumplir con una simple promesa. No tenía fuerza para derrotar a un dragon slayer que había sido vencido frente a un dragón, entonces, ¿qué era él? Su maestro Jiemma se encargó de recordarle que no solo no tenía fuerza, sino que además el poder del que tanto fardaba era inexistente. La historia de la humanidad nos lo ha enseñado siempre, las relaciones humanas han sido y serán siempre de fuerza y, por tanto, la lucha entre los que mandan y los que obedecen será eterna. Y Sting se acababa de dar cuenta de aquello, la muerte de Lector le hizo darse cuenta de que la fuerza es más importante que el poder y que la posición sumisa que portaba en el gremio no era de su agrado. Ese pensamiento y la ira lograron convertirlo en el nuevo maestro de Sabertooth.

Con sus manos manchadas con sangre y con los Grandes Juegos Mágicos finalizados un nuevo sentimiento surgió dentro de él: miedo. Tenía miedo de esa fuerza que poseía y del mal uso que podía darle, tenía miedo de no poder cumplir su promesa de crear un nuevo Sabertooth y al final acabar utilizando aquel puesto de poder como Jiemma lo había usado durante tanto tiempo contra ellos. El poder corrompe, y hay que ser lo suficientemente fuerte para controlarlo.

Él siempre había utilizado el poder que creía haber tenido, esforzándose por cambiar aquello que no le gustaba sin importarle realmente cambiar el efecto en vez de la causa. Siempre había pensado en sí  mismo, siempre gastando sus energías y acumulando errores y más errores. Tenía miedo de hacer daño a sus compañeros, a sus amigos. Tenía miedo de poder perder a alguien o de acabar siendo odiado. Quizá esa podía ser la razón por la que su personalidad era tan infantil desde la ida de Jiemma, tal vez por eso odiaba que lo llamaran maestro y que le tuvieran un respeto innecesario, huyendo de sus responsabilidades.

—Sabía que estarías aquí.—Sting no se movió al escuchar aquella voz, siguió sentado en aquella silla mirando por la ventana aunque una leve sonrisa apareció en su rostro—. Siempre estás aquí cuando llueve o intentas huir de algo.—La voz tranquila de su compañero sonaba algo burlesca, pero a los oídos del dragón blanco llegó un tono más parecido a la preocupación. 

—No estoy huyendo.

—Es obvio que no huyes de algo que yo pueda ver.—Sting dejó escapar un sutil suspiro, giró el rostro para mirar a la persona que lo miraba desde sus espaldas—.Al menos podrías limpiar este sitio antes de entrar.—Rogue arrugó la nariz tras aquel comentario, sus pies avanzando con lentitud sobre la madera.

—Yo lo veo limpio—respondió volviendo su mirada a la ventana, la presencia de Rogue pronto estuvo a su lado apoyando su cuerpo en el lateral del sillón.

—¿Y el inmenso olor a polvo no te llama la atención?—Las palabras abandonaron la boca de Rogue en forma de suspiro sabiendo que Sting era bastante consciente de la falta de limpieza que aquella vieja sala necesitaba. 

Un poco de melancolía consiguió dominar sus pensamientos, recordando como aquella vieja y polvorienta habitación les había pertenecido alguna vez a ellos, los dragones gemelos. Sting abandonó aquella habitación cuando se convirtió en maestro, y Rogue no dudó en irse con él poco después. La habitación no había sido ocupada en ningún momento después de ellos, algunos muebles estaban cubiertos con sábanas para que el aire y el tiempo no los desgastara y poder ser reutilizados en un futuro próximo, lo único que llamaba la atención era el sillón y la lámpara junto a la ventana por cortesía de Sting.

Stingue week 2018 (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora