Mañana

7 0 0
                                    


Cuando la limpieza de mi ropa dependía de las lavanderías, iba a una cerca de casa, atendida por su dueño, que no era chino, sino porteño.

Un día esperaba que el hombre tomara mi pedido cuando entra al local un tipo en estado de casi ebriedad. La mujer, embarazada de pocos meses, lo esperaba en la puerta. Tenía tomada de la mano a una niñita de no más de dos años. Por el estado precario de todos, se notaba que vivían en la calle, desde hacía bastante tiempo.

Yo me retraje instintivamente y escondí como pude mi monedero. Sin prisas, el dueño de la lavandería se acercó: ''Che...'' le dijo el pordiosero, arrastrando tan poca palabra mientras luchaba por mantenerse en pie. Por mi mente pasaron mil pensamientos, uno peor que otro.

''Sí'', le dijo el dueño y alargó los brazos para recibir la bolsa con la ropa sucia de la familia. ''Te lo tengo para mañana''. El pordiosero agradeció mil veces y salió del local. Encumbrada como estaba yo en mis propios prejuicios, lancé una de esas frases hechas que denotan las tinieblas de mi corazón: ''Lo hacen un día y después los tienes siempre pidiendo''.

El hombre respondió: ''Eso es lo de menos. ¡Pobres pibes! Miralos. Pobres niños que tienen que vivir esa vida en la calle. Uno no sabe por lo que han pasado. Uno en camino y otra en condiciones difíciles. Por eso los ayudo como puedo''.

Yo me encogí. Me sentí como una especie de monstruo del inframundo. Tragué grueso y le dije: ''Sí. Tienes razón. No lo había pensado''. El hombre me sonrió, como siempre que me atendía y me dijo: ''Te lo tengo para mañana''.

Yo salí arrastrándome de la propia vergüenza de mi alma tan pequeña.

Te lo tengo para mañanaWhere stories live. Discover now