pulguitas de mar

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Bolivia está echada tomando el sol mientras Perú y Chile acompañan a Paraguay a meterse al agua fría del Pacífico.

Está embadurnada en bloqueador: Chile le había roceado con la lluvia blanca directo en la cara antes de ser regañado por Paraguay, que le quitó el spray de la mano y le pasó el tubo de bloqueador, ya que le quieres ayudar a ponérselo. Chile le echó de manera exprés bloqueador por toda la espalda y los brazos, dejándole blanco.

Le espantó para que le dejase seguir sola porque le molestaban sus manos frías, tocando más de lo que deben tocar, y les dijo que se quedaría cuidando las cosas mientras ellos se metían al agua, que iría después, cuando uno de ellos volviese. 

Todo era una excusa. No le apetece mojarse.

Perú regresa, con el cabello largo chorreando agua y la respiración agitada, y se echa a su lado en su toalla. Saca el celular para sacarse una foto desde ese ángulo que la hace ver flaca y resalta lo que tiene abundante. Bolivia abre un ojo y la sigue:

—¿Te fue bien con Dani? —le pregunta, dándose la vuelta para broncearse la espalda.

—No mucho —Perú deja el celular a un lado y le pasa la mano a su hermana por la espalda, intentando adelgazar la excesiva capa de crema blanca que Chile le había dejado—. Manuel dijo que le iba a enseñar a cazar pulguitas de mar.

—¿Qué es eso?

—Ni idea. Parece que se refiere a los muymuy.

—¿Acaso tienen un siglo? —se burló Bolivia, y agregó como cotilleo—. Seguro es una treta para estar a solas con Paraguay.

Su hermana creyó oír algo de molestia en su voz.

—¿Te da celos? —Perú hace como que le está molestando, pero Bolivia puede distinguir en su tono que realmente tiene curiosidad.

—No...

Bolivia, para no continuar en esa dirección, hundió el rostro entre sus brazos, moldeando la arena bajo su toalla a su forma. Perú le creyó que estaba durmiendo y le dejó. Pronto, al calor del sol de la tarde, con la brisa salada y húmeda dándole el fresco, esa mentirilla se volvió realidad.

Soñó con un par de algodones de azúcar, de colores verdes, amarillo, rojo, azul y blanco, y con mangos maduros. Su sueño era mecido por el sonido de las olas, cuando de golpe, despertó con un baldazo de agua fría y animalillos caminando asustados por su espalda.

De fondo, las olas rompiendo en las rocas fueron acalladas por las carcajadas de Chile.

Lo iba a matar.

Bolivia y Chile como amigos que se gustanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora