Antología de diamantes de Wonderland.

Torneo de octubre 2018

Título: El Castigo.
Extensión: 1059 palabras.
Género: Paranormal .

Lautaro se levantó temprano, era 31 de octubre y como cada Halloween desde que tenía 6 años iría a estudiar con un disfraz para luego, al terminar las clases, poder ir a pedir dulces sin perder tiempo. Según el meteorólogo de la tele y varios sitios de internet, el día estaría soleado, lo que era ideal para pasar toda la tarde paseando con amigos y riendo a carcajadas por algún adulto aburrido que los corrió de su casa sin darles ni un caramelo.

—¡Comencemos por la casa de Barty!—Su mejor amigo Viero, al verlo salir de su casa, sin siquiera saludarlo ya estaba planificando lo que harían luego.
—Sí, pero evitemos la casa del dentista. Nos da dulces sin azúcar. ¿A quién se le ocurre hacer eso?
—Yo si fuera dentista daría dulces muy dulzosos, así tendría más clientes.
—Dudo que esa palabra exista, Vier, pero no dudo para nada de tu habilidad impresionante para hacer prosperar un negocio.
—¿Ya desayunaste? A mi no me dio el tiempo.
—Vos siempre te levantás tarde, yo desayuné más o menos, pero traje plata, podemos comprar algo en el camino.—Dicho esto, comenzó a caminar hacia el centro de estudios.
—¿Por qué?
—¿Mmm?
—El más o menos. ¿Pasa algo?
—Nada, estoy nervioso... Mirá si no nos dan más caramelos por ser muy grandes...
—Tenemos 14 recién, calmate...

Y así, entre preocupaciones y expectativas, marcharon a estudiar caminando despacito por la vereda sin pisar las rayas de las baldosas.

El liceo estaba lleno de jóvenes con cosas que hacían alusión a la festividad; el que no tenía un disfraz completo, tenía una máscara; el que no tenía máscara, tenía maquillaje; varias remeras y buzos estampados con calabazas cortadas y algún que otro profesor con una bolsa de caramelos.

Ni Viero ni Lautaro prestaron atención en clase, su mente estaba en el futuro esperando que sea la hora de salida para irse y cuando por fin llegó, salieron disparados y tanto ellos, como sus compañeros y otros chicos de la institución, parecían estar siendo perseguidos por una manada de leones hambrientos dada la velocidad con la que salieron arrastrando mochilas, golpeando puertas y pegando codazos para pasar primero.

—Como ya dijimos, vamos primero donde Barty que siempre nos da mucho y después se llena de gente.
—Además, Lauti, no te olvides que nos deja elegir. ¿Esperamos a Pipe?
—Mandale un mensaje y nos vemos allá, hoy no vino a clase así que le quedará más fácil eso que venir hasta acá.

Salieron rumbo a la casa del señor y ya en la puerta, tocaron timbre.

—¡Hola!
—No te ofendas, pero no te pareces a Barty.—Viero observó a la chica que abrió la puerta, quizá tendría su edad, podría ser la nieta de Barty.
—Vier tiene razón, sos más joven y más... ¿Niña?
—Barty es mi tío, y está ocupado. ¿Quieren caramelos o no?
—Sí—Dijeron al unísono los amigos que quedaron como petrificados al darse vuelta y ver que alguien estaba en la casa de enfrente.
—¿Qué miran?
—Hay alguien.
—Es una casa, claro que hay alguien.
—Se supone que no debería haber nadie, está abandonada.
—Si hay alguien, no está muy abandonada.
—Mejor llamamos a la policía.
—¿Estás loco, Lau?—Viero, que estaba callado, intervino con un caramelo en la boca—Mirá si no es nada.
—Vamos a ver entonces.
—¿Estás loco, Lau?—Repitió Viero—Mirá si nos matan.
—Bueno decidite.
—Vamos, sí.

La chica los siguió después de avisar a su abuelo que saldría y entraron los tres juntos a la casa, tenían palos en las manos por si debían defenderse de algo o alguien y trataron de no hacer ruido.

Pero todo empeoró de un momento a otro: la puerta tras de sí se cerró de golpe y se trancó aunque no tenía llave alguna; las ventanas y cortinas comenzaron a moverse aunque no había viento, y los chicos comenzaron a inquietarse bastante.

La chica fue la primera en juntar el valor suficiente para avanzar y buscar a los responsables de lo que acababa de ocurrir. Caminó despacio seguida de cerca por Lautaro y Viero que miraban hacia todos lados completamente muertos de miedo.

Subieron unas escaleras y encontraron allí a una chica un poco mayor, disfrazada de lo que parecía ser una bruja y con la cara entre las piernas llorando.

—¿Quién sos?
—Amalia—La muchacha hablaba sin moverse y contestaba todas las preguntas de Lautaro pero de una forma un poco extraña.
—Todo está bien, no llores... Soy Danna, y ellos son Lauti y Vier...—Cuando se acercó a darle un abrazo, su mano traspasó el cuerpo de la muchacha y palideció.
Amalia seguía sentada, pero con la cabeza levantada aunque aún sollozaba, ya se había calmado un poco.—Les voy a contar algo.

Entonces, les dijo por qué estaba así, tan triste. Habló de Samhain y de como los sacerdotes iban cual niños justo ese día, casa por casa pidiendo ofrendas y en caso de no recibir lo que esperaban, la casa sufría grandes daños. Además, iban disfrazados de espíritus, brujas o animales. Y luego hacían sacrificios.

—Cada 31 de octubre se abren las puertas entre nuestros mundos y aquellos que fuimos sacrificados, pasamos de forma forzosa a mezclarnos entre ustedes durante todo el día.
—¿Y eso es?
—Malo. Horrible. Lo detesto. Pero mientras sigan celebrando esto, vamos a tener que seguir viniendo a cumplir mi castigo, trabajar.
—¿En qué puede trabajar un espíritu?
—En hacer que una casa parezca embrujada. Yo debería estar asustándolos, pero ya me cansé, no lo soporto más. Durante siglos se han festejado cosas inútiles que nadie sabe qué pasó en realidad y de donde viene en vez de preocuparse por cosas importantes.
—Tranquila, Ama, nosotros no vamos a festejar más Halloween.
—Danna tiene razón, y además vamos a hablar con las otras personas para que hagan lo mismo.
—Gracias, chicos. Si pudiera, los abrazaría.

Los tres se fueron y encontraron afuera a Pipe quien no les creyó mucho su historia porque ni siquiera creía en espíritus, solo quería dulces y disfrutar su tarde pero desde ese momento, ni Lautaro ni Viero ni Danna, volvieron a festejar. Todos intentaron ayudar a Amalia para que no tuviese que seguir cumpliendo el castigo.