Los pájaros cantaban, era temprano y aún hacía frío fuera, producto de la mañana. El sol apenas había salido hace un par de horas, y seguía en la misma posición desde que él se fue.
Recostado en la cama, con la mirada aún puesta en el techo, por primera vez estaba en el lado derecho de la cama, ese que habías elegido porque decías tenía una hermosa vista del cielo, no mentiste... al menos no en eso...y a mí, solo me interesaba verte a ti. Tu lado estaba frio, algo que se volvió usual en estos últimos días, pero aún olía a ti.
Pero esta vez era diferente.
Lo arruiné todo. Aunque en este punto, ya no estoy tan seguro.
Te dije cosas sin pensar en las consecuencias, te escupí todo el odio que llevaba dentro y que me estaba matando, aún no sé si lo hice con la intención de envenenarte también a ti, pero tenía que sacarlo de mi sistema.
No pude dormir en toda la noche, ni siquiera pude seguir de pie, tuve que recostarme en esta cama, que tanto sabe de nosotros.
Un suspiro escapo de entre mis labios, ya no sabía cuántos de esos habían escuchado estas cuatro paredes en toda la noche, no recordaba haber parpadeado, no recuerdo haber respirado, ni siquiera recuerdo si en verdad estaba observando el techo, solo estaba allí, existiendo, sintiéndome miserable por no tenerte a mi lado. Si supieras de todos estos pensamientos, creerías que soy patético, ¿no es así?
Un sonido me devolvió a la realidad, era un auto. Miré por la ventana, era un auto que jamás había visto en mi vida. Mi corazón se retorció de dolor al verte bajar con una sonrisa en el rostro, confirmando un poco más mi teoría, esa a la que daba vueltas mi mente toda la noche.
Miraste dentro del vehículo por un par de segundos y luego te dirigiste a la puerta por la que habías salido anoche, con tu bello rostro cubierto en lágrimas, y cada una de ellas cayendo por mi culpa. Porque soy un egoísta... o tal vez muy débil.
Mi mente viajó de nuevo a esa triste escena que me rompió el corazón, yo solía besar cada una de esas preciosas lágrimas, que aunque de tristeza sigo amando porque son tuyas, y amo todo de ti, me hubiera gustado besarte el rostro hasta que tus lágrimas y sollozos se volvieran risitas tímidas y sonrojos, como siempre. Pero fueron ahora mis propias lágrimas, que se acumularon en mis ojos, las que querían caer cuando no dejaste que me acercara a ti.
La puerta de la habitación se abrió, tu rostro era sombrío y me mirabas de manera fría, ¿Qué pasó con la sonrisa que tenías hace unos momentos? Ya no está por mi culpa, ¿verdad? Pensar que antes al verme, tus ojos brillaban para luego desaparecer, justo como cada que sonreías. Los segundos pasaban y el silencio era cada vez más difícil de soportar. ¿Qué le pasó a nuestro amor?
-Jimin... -Levantaste la mano frente mi rostro, indicando me que no hablara y que no me acercara a ti.
-No quiero escucharte – Tu voz estaba quebrada, parecía que romperías a llorar una vez más- Estoy cansado, Yoongi... ya no puedo más con esto, perdóname pero no estoy seguro de poder seguir con esto...
Caminabas de un lado al otro, con los brazos cruzados, hablándote más a ti que a mí, parecía que intentabas convencerte a ti mismo de tus palabras, te veías alterado, yo tampoco estaba seguro de poder seguir, no quería seguir haciéndote este daño. Amor no me faltaba, te amaba más que a nada en este mundo, ese era mi gran pecado, pero parece ser, que tú ya no me perteneces más.
Suspiré.
-Está bien... si crees que es lo mejor... entonces lo soportaré.
Miré a tu dirección, quería darte seguridad, darte la salida para que empieces esa nueva vida que al parecer deseas tanto, pero no esperaba encontrarme con tu rostro desfigurado por la duda y con las mejillas húmedas. Ahí estaba yo, haciéndote llorar otra vez.