Capítulo 11

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Mi madre abre las cortinas del todo de mi ventana, lo que provoca que gruña al notar una intensa luz que me  impide abrir los ojos.

-¡Mamá! Cierra las cortinas de una vez, por dios -grito a la vez que me pongo las manos en los ojos para taparme de la luz.. Me las quito poco a poco hasta que puedo abrir los ojos con normalidad.

-Cualquiera diría que saliste de fiesta hasta tarde -mi madre dice con tono burlona.

-Ya me gustaría a mi... 

-Tienes los ojos rojos... -se acerca para comprobarlo cuándo la interrumpo.

-Em si ya, no he dormido muy bien. He tenido pesadillas -y era la verdad, pesadillas en la vida real. Me levanto rápido para que mi madre deje de preguntarme y cojo unos pantalones cortos de pijama. Mi madre se me queda mirando un buen rato.

-¿De quién es esa sudadera?

-Mía.

Asiente pensativa sin decir nada.

-Voy abajo. Cuándo bajes, cierra la ventana.

-Está bien.

Me hago una coleta y hago la cama lo más rápido posible. Cojo los dos peluches del suelo y los coloco en la cama. Tengo que recoger toda mi ropa que hay en una mesa así que cojo el móbil y pongo música para pasar mejor el rato.

''Está sonando: Prayer in C''

Voy doblando una a una las camisetas al ritmo de la música. Una vez acabo, paro la música y estoy a punto de bajar las escaleras cuándo recuerdo las ventanas, cerrarlas. Me dirijo a ellas y en el momento en el que voy a cerrar la primera ventana, veo algo en la de al lado. Me acerco y me quedo con la boca abierta. 

''No puede ser...'' Murmuro para mí misma.

És mi osito de peluche, el que tiene un corazón en la barriguita, el que ví en la sala de juegos, el que intentó coger Dylan.

''Dylan...'' Vuelvo a repetir su nombre susurrando. No sé cómo lo hacía, que siempre tenía que tener su nombre en mi cabeza. 

Cojo el osito con una sonrisa tímida y veo que tiene una nota entre sus pequeños brazos. La cojo y la leo: <<Lo siento. Pérdoname.>> Me pregunto cómo habrá conseguido el oso de peluche, no és tan fácil cómo parece. Doblo de nuevo la nota y la dejo dónde me la he encontrado, entre sus brazos. Cojo a mi oso, achuchándolo y lo pongo justo encima de mi almohada. Sobre la nota, no pienso perdonarle tan fácilmente. La próxima vez, se lo pensará dos veces de dejar plantada a una chica. Para ser más exacta, a mi.

Bajo a la cocina y desayuno un bol de cereales a la vez que miro el móbil para ver las últimas novedades y eso que veo una foto compartida por una amiga mía en facebook. Amplio la foto para verla mejor y aparecen Dylan y una chica. Dylan sale serio mirando a la cámara, con expresión fría mientras que la chica sonríe exageradamente y falsamente abrazándolo. Esa foto es de anoche. Que bien se lo debieron pasar.

Bimba me ladra para que la saque a la calle. La acaricio, meto el bol en el lavavajillas y subo a mi habitación a ponerme ropa cómoda para salir a correr con Bimba. Abro mi armario y en él encuentro una camiseta de tirantes gris y un pantalón de chándal rosa pastel. Una vez vestida, cojo unas bambas de correr rosas también y me las ato bien fuerte. Bajo todas las escaleras deprisa hasta llegar al portal.

-¡Vamos bonita, baja! -grito a Bimba para que baje las escaleras. Cuándo por fín se decide a bajar, le pongo la correa y al abrir la puerta, ella sale disparada meneando la cola.

-¿Lista? -miro a Bimba, que se me queda mirando con la boca abierta.

Me pongo mi auriculares y guardo el móbil en el bolsillo de mi pantalón. Empiezo a correr al mismo compás que Bimba. De vez en cuándo paramos porque Bimba necesita hacer vida social y juega con otros perros. Después de un buen rato corriendo, me doy cuenta de que Bimba saca la lengua a más no poder y la llevo a una fuente, justo un callejón de al lado dónde por desgracia, hay unos cuántos chicos y los intento esquivar.

Me gusta simular que no te miroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora