Capítulo 3: As dores do silencio.

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Pensaba tantas cosas que mi corazón latía muy fuerte, tan fuerte que mis latidos podia sentirlos en mi garganta, ¿qué le diría? ¿de qué forma podría explicarle todo lo que la extrañé? Tan solo con una llamada se me estaba olvidando todo el dolor de mi pecho, pero ése era su poder, siempre tuvo la capacidad de hacerme olvidar mis heridas... ella no era nada... ¿a quién le miento? ¡ella lo era todo!

- ¿Hola, David? - me dijo ella tímidamente.

- ¿Sí? ¿con quién hablo? - le respondí así quería que se sintiera mal.

- ¿Tan luego me olvidaste? - me pregunto sintiéndose evidentemente mal.

- ¡Ah! ¿Alejandra eres tú? ¿cómo te va? - le dije esto, porque era parte de mi táctica para hacerla sentir peor.

Hablamos de su vida y de la mía sin tocar el tema de pareja, ella me pregunto por "Yopo" nuestro gato y lo mucho que ella lo extrañaba, yo era condescendiente diciéndole que él también lo hacía, en esos momentos mi mente esbozaba ideas erráticas como invitarla a mi casa para que viera al "Yopo", quizás en un intento de mi inconsciente por traerla de regreso. Ella aceptó con gusto y me dijo si la invitación incluía almuerzo a lo que le dije que sí... porque ella aún lo era todo.

Pasé pensando toda la semana en que le haría de comer, si la intención era traerla de regreso no podía desperdiciar esta oportunidad para cocinar su plato favorito: Pollo kaiser con papas doradas. Arreglé mi casa de tal forma que viera que yo estaba bien y que su ausencia no me había derrumbado, por otro lado fui a la peluquería para arreglarme el cabello como siempre a ella le gustaba, me duché casi tanto como cuando tuvimos nuestra primera cita, después de mucho el universo parecía estar de nuevo a mi favor. El gran día había llegado, me levanté temprano para tener todo fresco, compré el mejor vino, arreglé todo para que sonaran nuestras canciones en la playlist y puse en cada rincón un poco del perfume que tanto le gustaban... ella era todo otra vez y no dejaría que se me escape.

Llegó tarde, como de costumbre, tocó a mi puerta y mi corazón se estremeció al saber que ella estaba esperando afuera. Corrí y abrí la puerta de prisa, todo tenía que salir perfecto, me agité al verla hermosa como antes no importaba nada más que ella y sus grandes ojos mirándome. Me saludó con frío beso en la mejilla, increible que no hace mucho se colgaba en mi cuello para besarme con fuerza, la hice pasar para que esperara en el living mientras yo terminaba de preparar los platos, el Yopo aprovechó el momento para recostarse en su regazo, de esta forma todo iba como yo quería... ella era todo, todo otra vez.

- Y... ¿qué cuentas? - me preguntó.

- Aquí, pasándolo. - le respondí indiferente, esperando algún tipo de reacción de su parte.

- ¿Estás bien? - me interrogó poniéndose en pie.

- Sí, debería estar de otra forma. - le dije sirviendo los platos.

Alejandra no volvió a pronunciar palabra alguna, era evidente que estaba incómoda con mi indiferencia. Así que comimos ceñidos en un silencio sepulcral, ella masticaba y disfrutaba su plato sin dejar de mirarme, yo le serví una copa de vino, del que tenía preparado. En silencio seguimos, interrumpidos solo por el cambio de canción de la playlist.

- ¿ésa fue la primera canción que me dedicaste? - preguntó con curiosidad.

- ¿ah? Sí, es "you're beautiful" de James Blunt. - le respondí mirándola a los ojos.

- Es una hermosa canción, sonó en nuestro primer beso. - me dijo respondiendo la mirada.

- La luna estaba muy grande esa noche. - le dije nervioso.

- Sí, fue la mejor noche del mundo. - replicó poniéndose en pié y agregó: - necesito ir a buscar mi ropa. ¿me acompañarías?

No lo pensé dos veces y la seguí hasta la habitación, allí todo se volvió borroso con el alcohol, sólo sé que ella estaba sacando su ropa del cajón mientras yo la miraba sentado en la cama. Sin aviso previo se abalanzó sobre mí y me besó justo como antes, yo me daba por pagado con eso, y nos entregamos el resto de la tarde y la noche a la pasión... ella era todo otra vez.

A la mañana siguiente desperté con una paz que no sentía hace mucho, la contemplé dormir, bella, tranquila y mía. Me levanté para prepararle el desayuno a la cama: huevos fritos, tomate, jugo de naranja, un café cargado y tostadas. Ella al despertar se sorprendió mucho de mi gesto y comió, por dentro me sentía feliz, ella era mía hasta los huesos, como nunca debió haber dejado de ser, su teléfono vibraba, vibraba y vibraba, hasta que por fin decidió verlo. De repente todo cambió, la paz que inundaba la pieza se perturbó con su desconsolado llanto.

- ¡Esto estuvo mal! - repetía entre sollozos.

- ¿Qué cosa? - le pregunté inquieto.

- ¡Esto, David, nosotros no debimos volver a vernos! - dijo exaltada.

- ¿Por qué? Tú querías que esto pasara. - le dije.

- No, o sea yo si te quería ver y al Yopo, pero no debía terminar tirando contigo. - me dijo con lágrimas en los ojos, mientras yo intentaba entender lo que estaba sucediendo.

- ¿Tirar? ¿así le llamas ahora? Alejandra, para mí fue amor. - le pregunte indignado.

- David, no puede ser amor si yo ya no te amo, tengo novio ahora y es Diego, a él lo amo. - dijo levantándose de la cama.

- Pero entonces ¿qué fue lo de anoche? - la cuestioné mientras se vestía: - ¡Dime Alejandra, dime por la mierda!

- Una despedida, sólo eso. - respondió mientras cerraba la puerta de mi casa.

Es difícil describir lo que sentí, estaba igual que antes, no, mucho peor, me había vuelto un estropajo usado, con el autoestima por el suelo... yo quise que ella volviera a ser todo, pero solo me demostró que en verdad nunca había sido algo.

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