Capitulo 22

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Capítulo 22

Sentí sus manos sobre mí mientras me besaba con intensidad. Era uno de esos besos que no quería que terminara, pero no sabía si lo soportaría. Mi ansiedad estaba saboteando el momento, haciendo que mi suéter estuviera a medio abrir y que sus besos no se limitasen a mis labios.

Mi corazón latía con fuerza, disfrutaba de cada beso y al mismo tiempo sentía que me desvanecía. Si esto seguía así, no sabía qué hacer. Empezaron a invadir mi mente todos los pensamientos negativos: ¡Sabotaje! ¿Y si no hago lo que él espera? ¿Qué pasará si no le gusto? ¿Qué pensará de mí? Me sentía torpe, incapaz de hacer lo correcto.

Sus labios descendieron aún más, y mi mente se nubló. Sin saber cómo, me encontré subiendo las escaleras, alejándome una vez más de él. No pude darle la cara. Quería expresar todo lo que sentía, pero no podía. Solo en mis sueños me permitía dejarme llevar, y esos sueños solo me hacían sentir aún más incómoda. Me parecía que él sabía y me juzgaba por ello.

Era tonto pensar así, pero a veces no puedo controlar esos pensamientos autodestructivos. Cuando se trata de él, el temor se intensifica. Es como una droga para mí; me hace sentir bien hasta cierto punto, pero en exceso, siento que podría morir. Es lo que se siente durante un ataque de pánico, aunque no había experimentado eso en un tiempo hasta que vi a alguien adentrándose en mi baño mientras me bañaba.

Mi corazón casi salía de mi pecho y mi visión se nubló parcialmente. Solté un grito agudo y solo al escuchar su voz me di cuenta de quién se trataba.

—Todo está bien. ¡Estás bien! ¿Usako, estás bien?

¿Lo afirmaba o lo preguntaba? Me sentía confundida mientras él me sostenía en sus brazos. Yo estaba en la bañera, sumergida en un baño de burbujas. Me di cuenta de la situación: estaba desnuda en la bañera, abrazada por un hombre. Mi cuerpo temblaba, y me agité aún más. Aunque me encontraba inmóvil, no sabía qué hacer. Conté en mi mente y cerré los ojos con fuerza para calmarme.

—Contéstame, por favor.

Abrí los ojos con sorpresa. Aunque estaba agitada, el temblor de mi cuerpo no era solo por mi causa; él también temblaba. Su cuerpo, su voz... ¿Qué rayos estaba pasando? Entonces me olvidé de mí misma y solo podía pensar en él, en por qué se encontraba así.

—¿Tú... estás... bien?—Su agarre se debilitó mientras tomaba mi rostro y me escudriñaba. Yo me abracé a mí misma, y sé que mi rostro reflejaba vergüenza. Su mirada perdida cambió. Creo que él también se dio cuenta de lo que estaba pasando.

—Lo siento. Estás... yo estoy... Me iré...

¿Qué? Más confundida no podía estar. Me quedé inmóvil unos minutos y no pude soportar más. Me sentía totalmente desprotegida. Salí de la bañera, terminé el baño y me puse una bata. Luego iría a buscar ropa; seguro no lo vería en un largo tiempo, no podría después de que me vio... ¿O no me vio? No entendía nada. Me tomó así y luego se fue como si nada. ¿Debía preocuparme? Salí del baño y lo primero que vi fue a él de rodillas en el suelo. Volteó a mirarme y volvió a lo que estaba haciendo.

—Solo recogía esto.

—Ah... las... tiré hace un rato.

—Pues... debiste recogerlas—respondió con brusquedad. Me quedé pasmada; había algo que no entendía.

—Fue un accidente. — Me bajé para ayudarlo, pero me detuvo.

—Déjalo, yo lo hago—terminó con eso y se levantó de golpe, caminando directo a la puerta de salida. Se detuvo y giró para mirarme. Me tomé el cuello de la bata, queriendo taparme aún más, y desvíe la mirada.

Ansiedad socialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora