El 22 de marzo se dio a conocer una tragedia en mi vida, mi abuelo, protector familiar, confidente, padre de mi madre, había fallecido tras una falla cardiaca seguida de otras más en el interior de su ser, un hombre mayor de los 80 años, de mal carácter, necio, rígido y con opiniones inapelables había dejado esta tierra para pasar a la que sigue si es qué hay una más allá, eso no está muy claro, no se sabe si aún está con nosotros, si se ha ido para siempre o si simplemente se desvaneció al igual que su vida; lo único seguro es que aquí, ahora, hay siete mujeres llorando en unas sillas, con rosarios en la mano, un libro en la otra del cual sacan las oraciones mientras rezan un rosario por el bien del alma de su padre, detrás de cada una se encuentra la respectiva hija, todas con las cabezas bajas las manos temblorosas, los ojos cristalizados, hinchados, ojerosos e irritados por las lágrimas y la falta de sueño.El lugar detrás de mi madre estaba vacío, ese lugar es asfixiante, toda la sala en si tiene una atmósfera agobiante que te borra el alma y la felicidad al entrar, estoy de pie, en una esquina, rezando con la cabeza baja y mirando de reojo las otras sillas, mi hermano dejo el salón y se subió nuevamente al auto donde se siente más cómodo, no lo culpo, yo anhelo poder irme de esta sala y esconderme en donde esté muy lejos de esta tristeza pero no puedo. Conforme el tiempo pasa la gente llega, familiares del lado de mi padre pasan lentamente, lamentándose por la pérdida de un ser querido para la esposa de mi padre, todos ellos, pasan abrazan a las hermanas del llanto y les otorgan su más sentido pésame, las principales familiares hechas a llorar cada vez más fuerte conforme los abrazos van avanzando; me ahogo, mis ojos se cristalizan y dejo la sala casi corriendo, no puedo llorar y dejar que todos me vean, no puedo permitirme ser débil ni un segundo más, si voy a llorar me alejo de todos, me seco las lagrimas con las mangas de mi sudadera, respiro hondo y vuelvo a la sala donde los rezos silenciosos y sollozantes no dejan de escucharse.
Así que aprovechare el duelo y las noches de insomnio que vendrán con el para escribir sobre la filosofía de mi vida, la filosofía que encuentro en las cosas mas simples y las emociones que encuentro en cualquier lugar al que yo me dedique a mirar.
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De dolores y otras penas
Teen FictionLas buenas historias no son esas que inician bien y acaban aun mejor, algunas pueden iniciar hundidas y acabar igual. La realidad es, que nunca habra una verdadera buena historia. Iniciando por la muerte de un familiar la protagonista se enfrenta a...