Capitulo 4

601 76 3
                                    


Serena llevaba desde la noche anterior intentando convencerse de que un músico rebelde y de mirada provocativa era justo el tipo de hombre que debía evitar en su «nueva» vida. Se lo había repetido con cada lápiz que clavaba en el techo, como si con eso afianzara sus intenciones de mantenerse distante y reservada cuando él se presentara allí aquella noche.

Pero no lo había logrado. Él había aparecido antes de tiempo, tan sexy y peligroso como siempre, y al verlo, Serena había abandonado sus buenas intenciones junto con su sentido común.

En ese momento, a solas con él, tuvo que admitir que se sentía terriblemente atraída hacia él. Le gustaba mucho, y no sólo sexualmente; también le apetecía estar con él, escuchar su voz grave, ver cómo entrecerraba los ojos cuando sonreía.

Lo que más le gustaba era la forma en que la miraba. Era como si traspasara la fachada que ella se había construido para mostrar al mundo y viera la mujer que había en el fondo y que nadie conocía.

La intensidad de su mirada la excitaba más que su atractivo sexual, más que su apabullante aspecto o que su sentido del humor. La certeza de que él sabía qué la hacía vibrar era lo que le resultaba irresistible.

Así que durante la hora siguiente no intentó resistirse a la sensación. No sería demasiado peligroso porque, aunque estaban solos, en cualquier momento podía entrar alguien en el bar. Y sabiendo eso, ella no se metería en problemas.

Intentó convencerse de eso, pero sabía que estaba a punto de caer en la tentación. Con que él simplemente le rozara la mejilla con un dedo, ella se entregaría a él.

Cuando fue consciente de eso, Serena supo que debía bajarse de la barra y ocuparse con alguna tarea, aunque fuera inútil, pero hacer algo que indicara que no estaba interesada en él.

Pero no lo hizo. En lugar de eso, apartó a un lado sus dudas sobre dónde viviría el mes siguiente, los cambios que iba a experimentar su vida y los hombres sin futuro que constituían un peligro... y se permitió disfrutar de la compañía de ese extraño.

Seguramente habría sido más seguro lanzarse en sus brazos, besarlo apasionadamente y rendirse a la atracción que había entre ellos. Era mucho más peligroso encontrarse a gusto con su simple compañía.

Pero, ¿cómo no iba a gustarle ese hombre? Tenía un agudo sentido del humor, era tan ingenioso como ella y había escuchado atentamente, como si la comprendiera, su lamento por la pérdida del legado familiar.

No era muy hablador, pero escogía cuidadosamente sus palabras, que siempre la divertían y la intrigaban al mismo tiempo. Sobre todo porque, cada vez que intentaba averiguar algo más de él, él se las apañaba para cambiar de tema.

La curiosidad era uno de los puntos débiles de Serena. Y en aquel momento la estaba matando.

Quería conocer mejor a ese hombre, saber quién era en realidad, dónde vivía, qué lo hacía vibrar... y a qué sabían sus besos.

TENTACION...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora