Pesadillas e Ilusiones [Secuela de Soñando con un Final Feliz]

Capitulo V

Yui POV

El hombre se quitó las gafas y el sombrero. Era de ojos dorados y cabello negro, sujeto en una coleta pequeña. Sonrió un poco, mostrando un par de colmillos monstruosamente grandes que no parecían ser de un vampiro en su dentadura disimuladamente mientras estrechaba la mano junto con Shu. El rubio no parecía muy interesado en el hombre, y su mirada indiferente podría haber enojado a cualquiera, pero el hombre no se inmutó en lo absoluto.

- Y pensar que la última vez que nos vimos tenías diez y escapabas de tus labores - comentó el hombre.

- Ser el mayor es un asco, Kuro - masculló Shu, rodando los ojos -. ¿Qué haces aquí, para empezar?

- Su padre me ha enviado a recogerlos. Está realmente entusiasmado por verlos después de casi diez años - respondió quien al parecer se llamaba Kuro -. Tú debes ser Komori Yui, ¿verdad?

Asentí torpemente mientras estrechaba su mano. Kuro se inclinó y le dio un beso a esta de la manera más cortés que jamás me hubiera imaginado. Ahí noté que no eran tan mayor. Debe tener unos veinte años, me dije mientras él se paraba de nuevo.

- Un gusto. Soy Hijirikawa Kuro, viejo amigo de los hermanos.

Antes de poder responder, Kuro nos dio una señal para seguirle. Sin decir nada, todos fuimos tras él, dejando el aeropuerto atrás. Sentí que Reiji tomó mi mano con autoridad, y cuando subí el rostro para verle noté que taladraba con la mirada al pelinegro frente a nosotros, que no se enteraba de nada.

Había una limusina al final del estacionamiento. Era completamente negra y con vidrios polarizados, grande y bastante elegante. Kuro abrió la maletera y cada uno dejó caer su maleta dentro de ella, y un par de minutos después todos estábamos dentro de ella. Los asientos eran aterciopelados y de color guinda con elegantes patrones negros.

- Oye, Kuro - llamó Subaru.

- Dime.

- ¿Para qué nos ha llamado Karl Heinz?

Kuro ladeó la cabeza mientras avanzábamos por las calles de Londres, sin entender la pregunta al parecer. Pestañeó un par de veces, y nos detuvimos en un semáforo en rojo, cosa que aprovechó para girarse y observar a los seis hermanos detenidamente. Después, a mí. Tiene unos ojos hermosos, pensé, viendo sus orbes dorados con algo de admiración. Y era cierto; no me había dado cuenta que el centro era de un color cobre oscuro.

- Pensé que ya estaban enterados – dijo, regresando a su asiento.

- Pues no lo estamos – espetó Ayato, frunciendo el ceño –. No tenemos idea que porqué nos ha llamado.

- ¿Nos vas a responder o no? – retó Kanato, algo enojado.

Kuro puso el auto en marcha de nuevo.

- Esta noche hay una gran fiesta en la mansión de su padre – dijo, doblando en una esquina –, Y ustedes son los invitados de honor.

Pude ver que, apenas cruzó en la calle, una gran mansión bellamente iluminada se levantaba a la distancia.

Tal y como nos había dicho Kuro, cientos de personas entraban a la mansión apenas llegamos a la calle donde estaba ubicada. Las mujeres iban vestidas con hermosos vestidos de diseños góticos y elegantes, desfilando al lado de hombres de saco y corbata. Al ser todos vampiros, deslumbraban una belleza hipnotizadora, ojos de colores seductores y cabellos brillantes sujetos en peinados que parecían haber demorado horas en completar. Me sentí común e indigna de estar en una gala de tal prestigio, pero oculté mi inseguridad al ver el cielo.

Ya no estaba cubierto por inmundas nubes de lluvia, sino que se había despejado y las estrellas iluminaban el firmamento con brillos hermosos. Sonreí un poco mientras que Kuro giraba de nuevo y entrabamos a la cochera, donde siete sirvientes y sirvientas nos esperaban con ansias. Bajé del auto, viendo que dos sirvientes más iban sacando las cosas de la maletera, y los siete más se nos acercaban, haciendo una educada reverencia.