Bonitas eran aquellas noches que pasé junto a Handong.
Ella había llegado a Seúl hace unos meses, como estudiante de intercambio desde China. Su coreano no era el mejor de los mejores, pero simplemente me volvía loca su tierno acento, sus errores en la gramática, sus faltas de ortografía cuando nos mensajeabamos.
Cuando la ví por primera vez, todo de ella me conquistó. Ese cabello rubio tan suave, cuidado, esa definida cara con suaves rasgos, su bonito cuerpo, su forma de vestir, de mirar, de hablar.
A pesar de mi faceta solitaria solo llena por mi panda de cinco amigas, me acerqué y no tardé en averiguar que, en efecto, estaba en mi clase. Y lucharía lo que fuese por sentarme a su lado.
Y así hice, tuve que (casi) empujar a gente para ganarme ese asiento tan privilegiado. No era la única a la que le llamabas la atención. Y lo comprendía, porque, oh, eres una diosa.
Aunque tardé bastante en iniciar conversación, pues aquella chica era muy tímida, hicimos buenas migas enseguida. Era mi chica ideal. Por primera vez, encontré a alguien cuya pasión también se centraba en la lectura.
Y así pasaron los días, las semanas, y los meses, hasta que me hice muy cercana a ella. La había conseguido integrar por completo en mi grupo de amigas con la ayuda de Yoohyeon, quién también compartía clase con ambas.
Pero durante todo ese tiempo, mis sentimientos hacia ella solo se dedicaron a crecer. Y a crecer.
Te convertiste en mi vida, mi razón de sonreír, Handong.
Pero hasta cierta tarde en la cual estabamos matando el tiempo en casa de Siyeon, no caí del burro.
¿Acaso a ti también te gustaban las chicas?
Por alguna razón, Bora, quien en ese momento se sentaba a mi lado en el sillón, pareció notar mi repentino cambio de expresión. Debido a que nadie más que ella sabía mi situación, me dediqué a explicarle mediante mensajes de texto lo que me ocurría, lo que me preocupaba y lo que debería hacer.
Y casi como de un rayo se tratase, Bora se levantó de su asiento.
'Handong, ¿Tú también eres homosexual?'
Maldecí en mi cabeza a la pelinegra, la cual tenía su mirada fija en la china. Esta última solo alejó su mirada, y susurró un pequeño 'quizás.'
¿Acaso le daba verguenza admitirlo?
'No te preocupes, Handong. Todas aquí lo somos. Estás en confianza.'
Supuse que era por los estrictos estereotipos que había en China. No en todo el mundo estaba bien visto. Y lo comprendí.
Pero al menos, ya sabía que mi porcentaje de probabilidades subía.
Llegó San Valentín, y recuerdo con claridad que marqué ese día en mi propio calendario por el hecho de que reuní el valor suficiente como para decirte lo que sentía.
A pesar del miedo, me tragué mi orgullo, y lo confesé justo al final de las clases, debajo de ese árbol de cerezo que tanto nos gustaba.
Y a pesar de todo eso, aceptaste salir con mi persona.
Nada más me pudo hacer más feliz que aquello, Handong.
Ese primer año de instituto realmente marcó mi vida.
El verano voló en un abrir y cerrar de ojos, y Handong se tuvo que marchar a China de visita.
Fue algo duro para mí, a pesar de que solo era la primera semana de septiembre, antes de que el nuevo curso diera su comienzo.
Recuerdo, que cuando volviste, fui a recogerte al aereopuerto. Y lloré como nunca.
Handong me juró que nunca más volvería a irse. La próxima vez, iría con ella, a conocer a sus padres.
Pasamos el último curso de instituto como el año más agradable, feliz y divertido de todos.
Aún recuerdo esa noche en la que, de fiesta, todas nos emborrachamos e hicimos locuras.
En la ceremonia de graduación, hice algo incluso más alocado que aquella noche.
Le pedí matrimonio a Handong.
Fue algo sencillo, pero bonito.
Agradezco a Gahyeon por su ayuda a interrumpir el evento.
Y con el paso de las semanas, a mediadios de Julio, llegó el día de nuestra boda.
¿Lo recuerdas, Handong?
Lucías un hermoso vestido, parecías una princesa. Mi princesa.
Yo también tenía el mio, pero te aseguro que eras la reina de la fiesta.
Odio las misas, pero aquella se hizo mi favorita.
En la que te declaré mi esposa.
De camino a el restaurante donde pasaríamos la velada, decidí que iriamos en diferentes autos.
Así, tú te cambiarias a ropas más cómodas.
Siyeon iba al volante, y no tardó en llegar al destino, aunque ibamos con veinte minutos de retraso.
Todo el mundo estaba preocupado.
Nadie sabia donde estaba Handong.
Recuerdo que perdí el juicio, lloré por horas.
Recuerdo que...
Recuerdo...
— ¡YooBin! ¡YooBin!
Un montón de voces me llamaban. Abrí con lentitud mis ojos, y lo primero que ví fue a un gran corro de personas a mi alrededor, algunas conocidas, otras no.
Tenían batas blancas, a excepción de tres chicas.
Siyeon, Yoohyeon y Bora.
Me mostré confundida. Aquello parecía un hospital.
Todos estaban serios, murmuraban cosas que yo no lograba oír. Y tras unos segundos, Siyeon rompió en llanto.
No comprendía nada y eso pareció notarlo el hombre de bata blanca más alto de aquellos.
— Señorita Lee, déjeme explicarle.
Pero fue interrumpido por Bora.
— YooBin...
Se hizo un silencio sepulcral en la sala.
— Llevas más de 4 años en coma.
Y no podía creerlo. Miré a mi alrededor. Mi corto pelo ya no era corto. Tampoco rubio. Tenía muchos tubos conectados a mi. No me podía mover.
Pero antes de todo eso, me dí cuenta de algo más importante para mi.
— Handong, ¿Dónde esta Handong?
Todos se miraron entre todos.
— ¿Quién es Handong, YooBin? — Yoohyeon preguntó, inclinandose un poco contra mi camilla.
— ¿Qué?
No sabía que les pasaba. ¿Porqué preguntaban ese tipo de cosas?
— Handong, nuestra amiga, mi esposa, la chica china de intercambio que llegó a nuestro instituto en primer curso.
Mis tres amigas se miraron entre ellas. Y también los doctores.
— Yoobin...
— Handong no existe.
Es todo tu imaginación.
Yoobin, nuestro instituto no permitía intercambios.
Yoobin, tuviste tu última novia en el verano del primer curso.
Yoobin, tu coma se debió a que te interferiste entre un coche y una chica de cabello rubio.
Le salvaste la vida.
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♡ )). . .IMPULSIVE ; Handong x Dami.
RomanceHandong y YooBin son una pareja feliz. Pero su final, no lo es tanto.